En una reunión celebrada a mediados de esta semana en un emblemático edificio de Madrid, convocada por uno de los más poderosos empresarios de España, no faltaba ninguno de los importantes. Constatado que la crisis económica ha seguido profundizando en medio de la terrible ausencia de alguna gestión por parte del Gobierno saliente, los reunidos veían ya pocas posibilidades, gane quien gane ahora las elecciones, de una gestión que pudiera resultar eficaz para suavizar al menos, ya que no es posible evitarlas, las consecuencias de la explosión de la crisis, seguramente ya muy cercana a producirse.
La economía española se encuentra borde del abismo. Hay datos e informes que auguran la explosión de una opinión pública que lleva meses, incluso años, pero sobre todo en la desastrosa etapa de Rodríguez Zapatero, esperando inútilmente de los políticos algo parecido a un gestión seria y responsable de la crisis.
Este y no otro será el verdadero desafío del Gobierno que surja de las próximas elecciones generales: reconstruir el espíritu de la transición, aquella admirable capacidad para remar todos juntos, las derechas y las izquierdas, en la dirección de los intereses generales de España, algo que supieron mantener los sucesivos gobiernos de derechas y de izquierdas hasta que, por la maniobra interna de Pepe Blanco, temeroso de los riesgos de la voracidad económica del candidato José Bono, llegó al poder el político inverosímil venido de León -los leoneses no tienen la culpa- que solo sabe pensar en términos de propaganda y nunca en términos de gestión. A estas alturas, incluso EL PRIMERO ha aceptado en algunos almuerzos de prensa que Bono hubiera sido mucho mejor presidente, pero ya es tarde y el PSOE se encuentra con la única opción de Rubalcaba en el intento de frenar el que parece que será inevitable y llamativo triunfo electoral del gallego Rajoy. Por cierto que entre gallegos —lo son Rajoy y Blanco— anda el juego en estos momentos. El muy inteligente, serio y creíble es plenamente consciente de que sus posibilidades electorales están gravemente afectadas por la intensidad, sin precedentes desde el inicio de la actual etapa democrática de España, de la repulsa ciudadana hacia Rodríguez Zapatero y su desastrosa y poco ética gestión de la presidencia, pero confía en una buena campaña electoral y en la solidez y extensión del voto socialista en España.
Así como Rajoy y su equipo dan ya las elecciones por ganadas, Rubalcaba se niega a darlas todavía por inevitablemente perdidas, con lo que habrá que estar atentos a la campaña, que va a ser, sin la menor duda, especialmente intensa e interesante. En cualquier caso, lo que parece importante y necesario es que los españoles seamos conscientes de las inmensas posibilidades de nuestro país para afrontar la crisis, si se hace de manera coherente, unida y dejando para más adelante las pequeñeces de la guerra política. España puede y deber ser una de las grandes potencias económicas de Occidente y lo será sin duda, más temprano que tarde, si tenemos un Gobierno serio y sobre todo capaz de promover e impulsar grandes acuerdos transversales.