Conviene asumir que no hay buenas noticias y que la crisis económica, quizá la primera global de la historia en términos estrictos, en la medida en que, con apenas la excepción de África, que tampoco es una verdadera excepción porque nunca ha dejado de estar en crisis, afecta ya a los países de todos los continentes, incluidos los gigantes asiáticos. Nada nuevo bajo el sol, porque los mercados se limitan a reflejar la situación de la economía real, con lógico énfasis en la crisis financiera. En el caso español, ni siquiera es un drama el que nuestro IBEX-35 haya cerrado este viernes por debajo de los 7.000 puntos. Los mercados se han limitado a descontar el convencimiento de los inversores de que, lejos de infundadas esperanzas de cambio de signo, alimentadas sin otras razones que la propaganda o la política, todavía no hemos tocado fondo de esta recesión. Así que nada de campanas a rebato, nada de gritos de alarma. Las cosas están como están y los inversores lo saben, así de sencillo.
Casi el 9% ha perdido el IBEX-35 en sólo esta semana, pero la pérdida es aún más terrible si se mira un año atrás. Cuesta escribirlo sin un escalofrío cercano al pánico: en torno al 50% de caída en sólo un año. Esta es la situación real de nuestra economía, dramática en un contexto global asimismo dramático. Por supuesto que nunca faltan los optimismos, sobre todo cuando se alimentan desde la propaganda política, y ya hay quienes vaticinan, para la semana entrante, un rebote que permita eludir el descenso a los abismos del pánico, pero las buenas noticias no se producen sólo por desearlas, y más probable es que acierten los que temen inevitable, en sólo unas pocas semanas más, ese desmoronamiento que nadie quiere, ni económica ni políticamente, porque a nadie beneficiaría, pero para el que conviene estar emocionalmente preparados.
Y es que todo lo mejor de la actividad española se encuentra ahora en el lado negativo de la balanza, como nuestros grandes y mejores bancos, y nuestras mejores compañías energéticas y de telecomunicaciones, aunque tiene ciertamente valor la siempre asombrosa capacidad de recuperación del Santander contra viento y marea, recuperación que ha impedido un fin de semana peor, o al menos ha mitigado el dramatismo del cierre semanal de mercados. Pero incluso si se produjera en los próximos días algún transitorio rebote en las Bolsas, conviene que no nos hagamos trampas nosotros mismos en el juego. La Bolsa es sólo, y no es poco, un sofisticado escenario en el que se juzgan por adelantado los movimientos de la situación económica. Como en la famosa serie norteamericana de televisión, «la realidad está ahí fuera», y los inversores, que la conocen, no hacen sino anticipar, o descontar como se dice, las ominosas brumas del horizonte. Y la economía, para qué nos vamos a engañar si nada ganaremos con ello, va mal y pinta peor, con el agravante de que la economía española va peor que la media de las economías europeas en la mayor parte de los indicadores.
Ha llegado el momento en que los ciudadanos, salvo insensata vocación suicida, no podemos, o al menos no debiéramos, permitir que el poder político se refugie en el expediente de seguir desconociendo o banalizando la gravedad y perspectivas de la actual fase de recesión económica. Los mercados saben, y descuentan, que seguirá acelerándose la destrucción de empleo, a pesar de que tenemos las peores tasas de paro de Europa y con visos de que crezca el diferencial negativo. La contracción de la actividad, la caída del PIB y el deterioro del empleo son los parámetros actuales de nuestra economía. No miremos cada semana los inquietantes tableros de la Bolsa. Miremos, ya no con inquietud sino casi con pavor, hacia quienes deben, podrían y por lo que se ve no quieren gestionar la crisis. Si los inversores percibieran gestión de la crisis, seguro que cambiaría el signo de los mercados.
La banca española ha tenido, al menos en los mercados, la peor semana desde que la crisis tomara carta de naturaleza global. Nuestras entidades han perdido todos los niveles de mínimos contemplados desde hace años. Un banco tan importante y razonablemente sano como el BBVA ha caído casi un 20% en esta terrible semana que termina y por debajo de los 5 euros se encuentra en su peor nivel nada menos que desde 1997. Pero es que el Santander ha perdido esta misma semana más del 15% de cotización. Y son nuestros dos grandes colosos financieros, los líderes del que Zapatero definió hace bien poco, con la alegre insolvencia habitual en sus declaraciones, como el sistema financiero más solvente del mundo. Ahora se ve que la convergencia diabólica de la crisis financiera internacional con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria española no ha terminado de profundizar sus letales consecuencias.
Además, hay nuevos indicios de que la situación real de la banca mediana española es peor que la de las grandes entidades. Los bancos medianos que más inquietan a los analistas son ahora mismo el Popular y el Sabadell, probablemente por su alta exposición al sector inmobiliario. Pero incluso la segunda caja de ahorros de España, esto es, Caja Madrid, afectada por si no fueran suficientes los problemas económicos por una tremenda crisis política, ofrece tantos signos de inquietud que han corrido rumores, sin datos suficientes por el momento, de una posible actuación del Estado para su rescate preventivo. La inquietud con que se siguen, desde el Banco de España, los datos de las Cajas, es conocida.
Sin embargo, con sorprendente desparpajo, contra viento y marea, contra las opiniones de prácticamente todos los analistas, incluso los suyos propios rigurosos como el comisario europeo Joaquín Almunia o el gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, y sobre todo contra los datos y los números de la realidad, nuestro Gobierno sigue vaticinando el inicio de recuperación de la economía para el segundo semestre del año actual, lo que sería de broma si no esa irresponsabilidad de pura propaganda política no pudiera derivar letales consecuencias. La realidad que se ignora, dice la vieja reflexión, acaba por cobrarse revancha.
La realidad, o la verdad como mejor se prefiera, es que todos saben, incluso los que interesadamente dicen y aparentan creer otra cosa, que no hay indicios no ya de recuperación sino de que se frene la intensidad de profundización de la crisis por lo menos hasta finales de 2011 o quizá incluso hasta el año siguiente. Tenemos la mayor tasa de desempleo de Europa, y seguirán creciendo el desempleo y el diferencial, al tiempo que habrá más y más empresas atraídas hacia el terrible sumidero de los concursos de acreedores. Y con el desempleo y las quiebras y suspensiones se disparará el crecimiento de la morosidad y no podrán captarse recursos en el mercado.
CARLOS E. RODRÍGUEZ
Publicado en “DIARIO DE AVISOS” el 8 marzo de 2009