ETA, la historia interminable

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— P U B L I C I D A D —

Esta semana, a pesar de las señales esperanzadoras de la Bolsa y de los primeros síntomas reales de mejoría a no largo plazo en los parámetros económicos globales, es inevitable que, en España, el centro de interés de la opinión pública pivote sobre la tremenda reaparición en escena de ETA, con los atentados de Burgos y Mallorca, que se da por cierto que no van a ser los únicos de este verano, sino que responden a una estrategia de recuperación de presencia del radicalismo independentista vasco, a través de su brazo armado, la organización terrorista, con el objetivo de segar de raíz la gestión del gobierno formado por el socialista Patxi López con el apoyo activo del PP vasco, y que ha roto una tradición de décadas de colaboración de nacionalistas y socialistas en Euskadi. No hace falta leer en las entrañas de las ocas para vaticinar que habrá más atentados de ETA en los próximos meses, quizá incluso en las próximas semanas. La idea de un «verano caliente», que prepare la nueva estrategia independentista de otoño, es probable que motive en estos momentos la toma de decisiones por parte de la dirección política de ETA, a pesar de lo que su brazo militar pueda estar debilitado por las últimas actuaciones de las policías española y francesa. El problema histórico del País Vasco viene de lejos y tiene por delante un largo y, probablemente, doloroso  recorrido.

Un serio error que podría cometerse sería ver o mostrar al PNV como parte del problema en vez de cómo parte necesaria de la solución, contra algo más que indicios de que los dirigentes más cualificados del PNV, como Íñigo Urkullu, Josu Jon Imaz y otros, se encuentran en el punto de mira de la organización terrorista.

En pleno siglo XXI y dentro de la Unión Europea, el problema de la identidad vasca no puede ser abordado desde ningún fundamentalismo. La identidad es mucho más que una documentación y no es algo que se expida en sórdidas covachuelas burocráticas. La identidad es algo que viene de la historia, sobre razones culturales y sociales, y sólo muy en segundo plano territoriales o geográficas. Lo primero que todos debemos tener claro es que la organización ETA no es parte de la identidad vasca, sino lo contrario, un tumor maligno que la debilita y la pone en peligro, un fundamentalismo, por cierto hay quienes piensan que de raíces religiosas como el iraní y como tantos otros en el presente y en la historia.

Lo cierto es que hay serios indicios de que la situación del contencioso vasco empeora. Se dice por Madrid que los servicios de inteligencia franceses han hecho llegar a sus correspondientes españoles, informaciones de que el sector más duro y radicalmente independentista está tomando todo el control político y militar de ETA. Claro que eso es una obviedad, después de lo que ha ocurrido en Burgos y Calvià, pero es que los franceses creen saber además que ETA está multiplicando los seguimientos a políticos españoles y que su dirección afirma disponer de información adicional relevante sobre la gestación, desarrollo e investigación posterior de la matanza del 11-M, con la que no tuvo nada que ver, pero de la que parece que, en efecto, algo adicional sabe.

Dentro de la cúpula de ETA, el sector más duro, partidario de multiplicar y radicalizar los atentados terroristas, se considera favorecido por la exclusión de los nacionalistas del Gobierno de Euskadi tras el pacto entre el socialista Patxi López y el popular Antonio Basagoiti. Parece que sus dirigentes quieren extender ahora los atentados por toda la geografía española, estrategia a la que responderían, precisamente, los recientes atentados de Burgos y Mallorca, con el grave añadido de que, según la información obtenida por los servicios franceses, en la actual fase de la lucha independentista la dirección de ETA no sólo no desea evitar o minimizar las víctimas, sino que quiere que se produzcan en número apreciable, como forma añadida de presión sobre la sociedad española.

Los servicios franceses creen tener indicios sólidos de que la cúpula de ETA gira definitivamente hacia un modelo de guerra total contra el Estado, al que se quiere presentar como «ocupante del territorio nacional vasco» y creen necesario acentuar las «acciones de guerra» en el tiempo que resta hacia las próximas elecciones generales, en las que sus analistas temen que Zapatero resulte derrotado: piensan que, pese a la presión policial que últimamente ha empezado a ejercer el Gobierno socialista, con el PP les iría aún peor. Hay indicios de que ETA habría practicado últimamente seguimientos más intensos y numerosos de lo habitual, por parte de ’liberados’ y ’comandos’, a dirigentes políticos del PP y de otros partidos, lo que apuntaría a la preparación de algún tipo de acción orientada a influir en el complejo e inestable equilibrio de las fuerzas políticas de ámbito estatal.

Pero lo más inquietante de todo son los indicios de que la dirección política de ETA prepara la difusión de un amplio documento sobre la matanza de Atocha, el 11 de marzo de 2004, en el que podrían aparecer aspectos inéditos sobre lo sucedido entonces. Los servicios de información franceses mantienen el análisis de que la organización ETA no tuvo relación alguna con la preparación y desarrollo del terrible atentado de Madrid, pero creen que, en efecto, la organización terrorista vasca dispone de información adicional relevante sobre la gestación, desarrollo e investigación posterior de lo sucedido entonces, y que la dirección política de ETA considera llegado el momento de sacarlo a la luz pública.

El final del final es que ETA ha girado hacia su línea más dura, que los dirigentes de esa línea estiman que «ahora o nunca», y que probablemente una acción exclusivamente policial contra ETA no nos acerque a la solución del problema sino a un nuevo doloroso vía crucis. Sucede en este dramático problema del terrorismo algo parecido a lo que venimos padeciendo en el problema de la crisis económica, y es que el gobierno de Rodríguez Zapatero carece de iniciativa y de liderazgo político, y por tanto de capacidad para diseñar una estrategia colectiva nacional y aunar a todas las fuerzas políticas democráticas en su torno.

Esto podrá decirse de manera más suave y con todas las salvedades convenientes, porque es verdad que hay, en el actual Gobierno del Estado, dirigentes como Pérez Rubalcaba y algunos otros con capacidad para hacer lo que corresponde, pero falla la cúpula, esto es, la presidencia y las dos vicepresidencias estratégicas. Seguramente alguien tendría que hacer ver al presidente que, en el contexto de sucesos como los de Burgos y Mallorca, obviedades como esa de que los terroristas pasarán sus vidas en la cárcel dicen poco a una ciudadanía razonablemente harta,  que todavía recuerda aquellas «negociaciones» que concluyeron en la bomba de Barajas. Por supuesto que incluso la lucha contra el terrorismo debe mantenerse en los civilizados parámetros de la legalidad, pero sin que el Estado reduzca o aminore la utilización implacable de todos los instrumentos de que la legalidad dispone contra el crimen organizado, que es, al final del final, la verdadera esencia de ETA.

Carlos E. Rodríguez
Publicado en “DIARIO DE AVISOS” el 2 de Agosto de 2009

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