Desde el diez de Noviembre se me antoja que el mayor trabajo del Gobierno y de las profusas instituciones no sea enderezar la deriva independentista. Pienso que la prioridad es restablecer su crédito mínimo con los desamparados españoles. Los independentistas están animados, cualquiera que sea la falacia de su esgrima argumental, por la pasión y resolución de su propósito.
Los otros, nosotros, padecemos, en amplios sectores desánimo, bochorno e incluso vergüenza por el discurrir de las miserias cotidianas que se ven centuplicadas por las imágenes del nueve de Noviembre, precedido de tanta declaración de firmeza, de tanto aparataje jurídico, del aparentemente lucido desperezamiento del Gobierno.
En términos facticos hay que estar a resultas…….los separatistas han votado, en los colegios públicos, gastando dinero público, bajo la altiva y desafiante exhibición de responsabilidad del Presidente de la Generalitat, convertido en campeón de la secesión del Estado cuya Magistratura encarna en Cataluña. Y si alguien hubiera pensado que al termino del emplazamiento de Mas y después de la metamorfosis de la consulta inicialmente pretendida las aguas buscarían otros cauces ha ocurrido lo contrario, el exultante episodio es ahora una peana solida para un nuevo impulso. En el otro lado la misma salmodía y estribillo de que hay que hacer lo que fuere menester para que la desafección se torne en aceptación.
Los bien pensantes fían en la rivalidad entre Junqueras y Mas, como si el segundo fuera menos independentista y estuviera haciendo un paripé para atenuar el radicalismo de Esquerra republicana hacia pagos de menor intemperancia.
Lo que empieza quizá a discutirse es quien va a ser el presidente de la República Catalana y desde luego ambos presumirán ya del mismo pedigrí separatista. El uno con carácter histórico y el otro, Mas, con el disfrute de su reciente liderazgo. Pero ese juego ha terminado, los independentistas ya no amagan. En el lado español, constitucional, una completa falta de concierto. El gobierno juega con el tiempo para desgastar y fatigar el trhiller nacionalista, pero cada movimiento que realiza lo estimula probablemente con intensidad pareja a la rebaja de la autoestima de los españoles que quieren serlo dentro y fuera de Cataluña.
El artefacto electoral ha redimido de ominosos augurios a Artur Mas y ha cubierto un avance en el proceso separatista. Lo que se espera de los no independentistas, es simplemente que no molesten y se conformen con la oferta socialista de una indefinida y me temo que, indefinible reforma constitucional de corte federal que hasta ahora nadie entiende y que desde luego a los separatistas no parece interesar.
Los comunistas si acaso ayudarán al proceso de escisión porque al igual que los plutócratas no tienen patria. Así como para el liberalismo económico extremo y su superestructura de grandes fortunas su patria es el dinero, como los comunistas con acierto denuncian, estos últimos no se sabe que patria tienen ni que constitución ni que destino proponen como nación. Debiendo ser partidarios de un internacionalismo de clase trabajadora se dedican a apoyar un independentismo cleptocrático al servicio de una casta realmente depredadora. El Gobierno y la Generalitat temían una jornada violenta y alborotada es decir, que los separatistas comparecieran masivamente irritados en el teatro barcelonés y que dentro de su masa unos cuantos violentos (dos o tres mil) promovieran imágenes inquietantes por su repercusión interna y externa para los diferentes intereses en juego. Al igual que en Múnich me temo que ni salvaremos el honor ni evitaremos la violencia pero vamos a lo que importa. Ni una sola cesión específica dirigida a resaltar a Cataluña sobre el paisaje territorial o se corre el riesgo de perder a España. Y además no es imprescindible ceder. Cataluña y España tienen textura instrumental, política y administrativa para que con una capacidad tributaria propia, una vez atendidas las necesidades del conjunto español, cada territorio pueda establecer sus propias políticas con sus propios recursos. Eso sí, siempre que no se espere que el Gobierno Central tenga que asumir las consecuencias. Cómo ocurre en Alemania y otros países y funciona. Es perfectamente pensable que el constructo federal indescifrable por el momento interese ya a nadie. En ese caso, si los separatistas quieren marcharse que lo trabajen en los ´términos que la constitución prevé mediante el pronunciamiento de todos los españoles. Y, si como es enteramente previsible no están por ello y apelan a la fuerza o a la permanente ingobernabilidad se habría de responder ponderadamente. Todo menos que un país notable, entre los veinte primeros del mundo, una gran nación por historia y por capacidad tenga que aceptar resignadamente la impericia de sus dirigentes y la novelada cínica y despreciativa versión de los separatistas deba soportar todas las hazañas de un felón torticero y desleal. La gravísima dejación en Cataluña es inevitablemente la entera dejación de España.