
A sus 83 años Raúl Castro no iba a renegar de la Revolución cubana. La reivindicó alto y claro a lo largo de una hora de discurso en la VII Cumbre de las Américas, la primera a la que acudía el régimen de La Habana, vetado por Estados Unidos desde que ambos países rompieran relaciones en 1961. Era una forma discreta pero ostensible de proclamar su victoria al cabo de más de medio siglo de resistencia a modificar sus postulados totalitarios. Al mismo tiempo que culpabilizaba a los nueve presidentes de Estados Unidos habidos desde 1959, exoneraba al décimo, Barack Obama, de haber intentado estrangular económicamente a la isla y de pretender el derrocamiento del régimen.
«Es hora de intentar algo nuevo», declaró por su parte el presidente norteamericano, reconociendo también de manera implícita los pasados errores de un intervencionismo que llegó incluso, y demasiado a menudo, a intervenciones militares directas, además de alentar golpes de Estado y guerras intestinas que pagaron con sus vidas muchos países de América Latina. Era también la declaración del fin del último fleco pendiente de la Guerra Fría en el continente, y el anuncio consiguiente de que la gran hiperpotencia se abría al establecimiento de un nuevo orden.
Obama acepta con ello respetar la idiosincrasia y los modos de organización de cada uno, en aras obviamente de atender a lo fundamental y comúnmente aceptado por todas las fuerzas en su país: la defensa y preservación de los propios intereses.
Capitulación en toda regla
Para los presos políticos cubanos eso es una capitulación en toda regla, y un reconocimiento de hecho del totalitarismo comunista del régimen. Con sumo cuidado, Obama también ha aludido a que seguirá poniendo sobre la mesa de negociaciones «el tema de los derechos humanos» y las libertades de expresión y circulación. Un guante que también ha recogido Raúl Castro cuando afirmaba que se podrá hablar de todo, aunque «habremos de tener paciencia, mucha paciencia», explicando asimismo que donde hoy existe un desacuerdo mañana puede haber un acuerdo.
Castro reivindicó el chavismo, recordarle a Obama que miles de asesores cubanos tutelan la revolución chavista
Se abre, en efecto, una nueva geoestrategia, desde Canadá a la Tierra del Fuego, en la que ninguna pieza va a quedar tal y como estaba situada hasta ahora. Cuba vuelve a situarse en el eje del cambio, y podrá erigirse de nuevo en el valedor del respeto a las respectivas articulaciones institucionales de cada país del continente. En esa línea, Castro no se olvidó de reivindicar al chavismo venezolano, en una forma ostensible tanto de agradecer a Caracas la ayuda prestada hasta ahora como de recordarle a Obama que los miles de asesores cubanos desplazados a Venezuela tutelan y protegen el proceso político de la revolución chavista.
Con esta nueva irrupción cubana en tromba sobre el tablero continental decaerá la fuerza del denominado eje bolivariano. Los presidentes de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina no ahorraron críticas a Estados Unidos, aunque esta vez sin la virulencia de anteriores comparecencias, pero sin cuestionar en absoluto el proceso de reconciliación y acercamiento de Cuba y Estados Unidos. En su breve encuentro con Nicolás Maduro, Obama le aseguró que no tiene la menor intención de desestabilizarle. Antes bien, se mostró dispuesto a que Estados Unidos siga siendo el principal cliente del petróleo venezolano y de contribuir a la prosperidad de su país.
Nuevo marco de relaciones
Obama quiere establecer con todos ellos un nuevo marco de relaciones, en el que la energía y el comercio aseguren un nuevo proceso de desarrollo en América Latina. El fuerte descenso de los precios del petróleo, el retraimiento de la demanda china de materias primas latinoamericanas y el estancamiento europeo a causa de la crisis, ha provocado un vuelco en las cuentas del continente, con frenazos brutales en Venezuela (inflación del 70%) y Brasil (crecimiento en recesión del 0,9%). México sigue sin despegar, debido en gran parte a la brutal guerra que el gobierno de Peña Nieto libra contra el narcoterrorismo, y Argentina mantiene aún muchas incertidumbres respecto de la sucesión de Cristina Fernández. Colombia necesita que llegue a puerto la negociación final con las guerrillas de las FARC para poder despegar.
Con la vuelta de EEUU al continente Obama se interpone ante el expansionismo de Rusia, que intentaba volver a tutelar a Cuba y al eje bolivariano
Solo Perú y Chile mantienen un nivel sostenidamente alto en su crecimiento, aunque sacudidos también por desgracias como las últimas y dramáticas inundaciones, causa de que la presidente Michelle Bachelet fuera la única jefe de Estado en faltar a la cita de Panamá. Sin olvidar, claro está a toda Centroamérica, que pelea duramente porque el narco no convierta a sus países en estados fallidos, y la población pueda encarar el futuro sin necesidad de embarcarse en la incertidumbre de la emigración ilegal.
El presidente norteamericano irrumpe, pues, en lo que antaño fuera su patio trasero, para orearlo y ensayar ese nuevo orden. Se interpone así ante el expansionismo de Rusia, cuyo presidente Vladímir Putin empezaba a dibujar un intento de volver a tutelar a Cuba y al eje bolivariano. Aprovechará asimismo la debilidad de la oferta china, que se vuelca ahora en atajar las profundas desigualdades sociales de su pasado crecimiento, e intentará servir otra vez de gran receptáculo de las exportaciones latinoamericanas. Comercio y turismo serán por lo tanto los dos pilares en los que intentará asentarse ese nuevo marco de relaciones.
A este propósito es evidente que España y sus grandes empresas deberán espabilarse para no perder pie en ese nuevo dibujo geoestratégico. La competencia será feroz, al tiempo que Estados Unidos se despojará del ropaje imperialista con que le revestía el tradicional antiamericanismo latinoamericano. Habrá que trabajar duramente entonces para que los que siempre buscan un enemigo exterior al que culpar de sus desgracias no se ceben alternativamente con los trescientos años de colonización española, a falta de tener a mano un saco de los golpes más propicio.
Artículo en fuente original: ZoomNews.es
Es muy interesante el análisis que se hace del cambio en las relaciones de EE.UU con Cuba así como con la apertura a otros países de su «patio trasero» empezando a entender que no es tal, sino un potencial mercado para sus productos.