¿El liberal nace o se (lo) hace?

¿El liberal nace o se (lo) hace?
Por
— P U B L I C I D A D —

Tras un excelente análisis de la situación política tras las elecciones del 24 M por nuestro compañero Juan Díaz Nicolás para el Club Liberal Español, me surgieron diversas dudas sobre lo que somos o hacemos los liberales. Una de ellas procedía del lenguaje político simple a que nos hemos acostumbrado, en el que sólo parecemos seguir contemplando los dos bandos enfrentados de las “izquierdas” y las “derechas”, donde el pensamiento liberal queda marginado y, en todo caso, sometido a la imposición de un alineamiento escasamente liberal , según la figura de “Los caciques” de Muñoz Seca: “Aquí no hay más que dos partidos: los que están conmigo y los que están contra mí”. Pues bien, los liberales parece que hemos caído en esa trampa de la concentración de poder en aras de la “gobernabilidad” y “estabilidad”, en lugar de apostar por el pluralismo enriquecedor, la competencia sana y libre y la desconfianza permanente sobre todo poder absoluto.

¿Los liberales somos de derechas o somos de izquierdas?

Mi reflexión trasladada al auditorio fue “¿los liberales somos de derechas o somos de izquierdas? porque, ante el simplismo del “mantra” espacial, parece que ni siquiera existimos”. Unos minutos antes había estado comentando con un compañero del auditorio convocado por el Club Liberal, lo que podía entenderse como “ser liberal”, constatando las distintas “sensibilidades” (como ahora se llama a las diferencias) del pensamiento liberal: social-liberales, liberales económicos y neoliberales en su última acepción. Todas ellas se basan teóricamente en la libertad de la persona pero, mientras los primeros tienen un sentido global de humanidad desde el conocimiento y el desarrollo personal, los segundos parecen centrarse únicamente en las actividades económicas (plurales y en competencia real), para la liberación de las personas en base al mérito y al esfuerzo. Finalmente, para los terceros o “neoliberales”, el mercado y sobre todo su base financiera, sería la panacea. Es decir, toman partido por el poder absoluto en lugar de combatirlo.

Reconozco que este planteamiento condensado en un breve artículo, podría ser a su vez considerado excesivamente simple, pero me gustaría que ésta circunstancia fuera vista más como deseo de buscar respuestas y aclarar algo los conceptos sobre lo que podemos entender en el siglo XXI como “liberal”.

Ser liberal tiene dos vertientes: una es la natural (el liberal nace como ser libre) y otra la de carácter adquirido (de acuerdo con las teorías evolutivas) desde el entorno social y político de cada uno (el liberal se hace) y desde su evolución personal. Nos quedaría otra versión que es la artificiosa: la de quien quiere pasar como “liberal”, bien por simple cuestión de “postureo” social, bien por intentar apropiarse y utilizar tal título en las más contrarias acciones a este pensamiento. Nos referimos (desgraciadamente) a todos los que llamándose “liberales” han demostrado con sus hechos, lo lejos que están de serlo verdaderamente, tanto por serles ajenos los problemas humanos, como por aprovecharse de ellos en su propio beneficio, confundiendo el mérito y el esfuerzo con su situación de privilegio regalado.

Las preguntas se van encadenando para una sociedad acostumbrada al blanco y al negro que no entiende lo que son —y sobre todo qué hacen— los liberales en la vida política o pública actual.

En el mundo de los partidos políticos, los identificados como “liberales” suelen ser pequeñas formaciones incapaces de ponerse de acuerdo en la acción política. Uno de los más representativos sólo obtenía 1.923 votos en Madrid y, desde luego, sigue inédito un “partido liberal” que pudiera aglutinar, como en las demás formaciones, a las sensibilidades liberales diferentes a que ya hemos aludido. Porqué no se ha hecho hasta ahora y porqué permanecen al margen del debate político los idearios liberales, es otra cuestión que merece una reflexión aparte.

El término “liberal” sirvió para adjetivar el régimen democrático y la monarquía

Desde la Transición hasta la actualidad las pequeñas formaciones liberales han estado identificadas con una persona que las lideraba: “los liberales de fulano” o “los liberales de mengano”. Unos y otros (salvo excepciones) fueron a parar a ese centro político que trataba de ser la desaparecida UCD. Los liberales caían en un espacio de “centro político” donde colaboraban con otras formaciones “moderadas” para la “gobernabilidad” del Estado pero, en realidad, estaban de alguna forma fagocitadas por los restos del reformismo del régimen anterior. El término “liberal” sirvió para adjetivar el régimen democrático y la monarquía pero en modo alguno poseían un ideario liberal que sustentase al Estado. Los liberales se adaptaron en unos casos (los liberales de Fraga), y en otros optaron por volver a sus cuarteles de invierno o se incorporaron de manera individual al resto del centro político (CDS), más ligado a la figura de Adolfo Suárez que a un pensamiento liberal concreto. Desde su desaparición política las siglas han servido para mantener pequeños grupos testimoniales con nula repercusión pública o política.

Se supone que también hay liberales en las filas de las otras formaciones de carácter transversal

La crisis de identidad liberal está servida desde que, tanto los conservadores como los socialistas, se han apropiado de la misma. Por eso, se supone que lo “liberal” es un comodín que sirve para una u otra política y se exhibe, cómo y cuando conviene (se lo utiliza) tanto por el Sr. Carmona (socialista) como por la Sra. Aguirre (conservadora) en su candidatura al Ayuntamiento de Madrid donde, por cierto, se supone que también hay liberales en las filas de las otras formaciones de carácter transversal (una de las condiciones de “Podemos” para apoyar la investidura socialista en Andalucía era precisamente el adelgazamiento de las administraciones, mientras que Ciudadanos se plantea medidas antiliberales como la subida de impuestos).

En nuestra inseguridad, motivada por ese miedo absurdo que todos los días nos hacen llegar los que temen perder privilegios, chanchullos o la libertad por las irregularidades cometidas, nos preguntamos de nuevo por lo que es y significa hoy día la palabra “liberal”, por lo que la sociedad percibe en ese término, por los actos políticos y públicos llevados a cabo en nombre de lo “liberal” y, en definitiva, si de verdad existimos porque, los que intentamos y luchamos cada día por ser libres, nos negamos a ser clasificados interesadamente en “derechas” o “izquierdas”, sino que, nos sentimos más a gusto con la nueva clasificación política: gente decente o indecente. En todo caso gente rebelde, radical (que no nos den miedo las palabras) y desconfiada hacia cualquier tipo de poder.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí