
Reporteras españolas, testigos de guerra recoge la historia del periodismo en conflictos bélicos hecho por mujeres que arriesgan su vida, e incluso la de sus familias, para informar sobre algún hecho.
Una de las facetas periodísticas que en el pasado estuvo casi vetada a las mujeres es la del periodismo de guerra. Pero, en la actualidad, son cada vez más numerosas las enviadas españolas a los conflictos bélicos. El último libro de Ana del Paso, Reporteras españolas, testigos de guerra (Editorial Debate, 334 páginas), recoge tanto la historia de las pioneras como la actividad de las que ejercen ahora un arriesgado trabajo que la sociedad siempre atribuyó en exclusiva a los hombres.
Concebido como un libro-reportaje, el resultado es una impresionante recopilación de testimonios de 34 periodistas contemporáneas, la inmensa mayoría de ellas aún en activo o manteniendo la guardia alta por si, disfrutando ya de una merecida jubilación, se presentara la ocasión de liar de nuevo el petate, embutirse el chaleco antibalas y salir en pos de las pequeñas historias que suceden dentro de cada gran guerra.
Fruto de una labor de investigación concienzuda, el libro es también un recopilatorio del periodismo femenino español. Descubre que la primera y genuina periodista española fue Francisca de Aculodi, en 1687. Y desvela a pioneras como Teresa de Escoriaza, cuyos escritos iban firmados con el pseudónimo “Félix de Haro”, tal era aún lo insólito de que una mujer osara escribir, e incluso publicar, crónicas de la actualidad política en momentos históricos no tan lejanos.
Las guerras de África, tan gravosas y de grandes, e incluso trágicas, consecuencias para España, hubieran pasado a la historia con una monocolor visión masculina de no ser por las crónicas de Carmen de Burgos. También recuerda el libro que fue una periodista española, Sofía Casanova, la que consiguió una exclusiva mundial al sentarse a solas en Varsovia y San Petersburgo con León Trotski, el intelectual de la Revolución bolchevique y creador del Ejército Rojo.
Son las pioneras que inspiraron y contagiaron su entusiasmo a las corresponsales y enviadas especiales a las guerras contemporáneas: Yolanda Álvarez, Teresa Aranguren, Rosa María Calaf, Rosa Meneses, Yolanda Sobero, Trinidad Deiros, Pilar Requena, Olga Rodríguez, Natalia Sancha, Naiara Galarraga, Mónica G. Prieto, Mónica Bernabé, Mercedes Gallego, Mayte Carrasco, Maysun, Maruja Torres, María Dolores Masana, Lola Bañón, Leticia Álvarez, Laura Jiménez Varo, Gemma Parellada, Gloria del Campo, Georgina Higueras, Ethel Bonet, Esther Vázquez, Cristina Sánchez, Ana Alba, Corina Miranda, Carmen Sarmiento, Carmen Postigo, Berna González Harbour, Beatriz Mesa, Ángeles Espinosa o Almudena Ariza.
Cada una aporta su testimonio, alguno escalofriante, como el de Mónica G. Prieto, viuda del asesinado Julio Fuentes, y cuyo segundo esposo, Javier Espinosa, estuvo secuestrado seis meses por los talibanes. Acordó una entrevista cara a cara con el jefe de los secuestradores, “la más difícil de mi vida, porque si salía mal probablemente no volvería a ver a mi marido nunca más”.
Suerte providencial tuvo también Rosa Meneses, que salió viva de Misrata (Libia), gracias a que su chaleco antibalas tenía también cuello blindado, cosa infrecuente y más en una mujer. El balazo se le incrustó precisamente en el cuello. Meneses se lamenta de que, a diferencia de los corresponsales masculinos de guerra, a los que la redacción reverenciaba cuando volvían a casa, a ella no le hicieron ni caso, como si su odisea se enmarcara dentro de las faenas habituales de la casa.
Una gran nómina de heroínas
Esa falta de reconocimiento personal, e incluso profesional, con respecto a los hombres es el mayor reproche de Esther Vázquez, quien resalta no obstante las ventajas de ser mujer en zonas de guerra yihadista. Autora de reportajes sobre Las Mujeres del Golfo o Las escuelas coránicas para mujeres, Vázquez reconoce que tales trabajos jamás podrían haber sido realizados por hombres.
Ana del Paso señala, en cambio, que los yihadistas solo secuestraban mujeres para violarlas y matarlas, ya que no sabían cómo encarcelarlas y darles de comer, considerando todo ello haram (pecado). Es, pues, el principal riesgo de las mujeres corresponsales de guerra.
El libro constituye, pues, una valiosa aportación a la historia del periodismo en España, del que las mujeres forman parte. Su manera de trabajar sobre el terreno descubre otros modos de […]