Al parecer, Ciudadanos ha puesto el grito en el cielo porque el sistema electoral de Cataluña, el mismo que se aplica en las votaciones del Estado, valora más unos votos que otros, y les ha perjudicado a ellos, beneficiando a los partidos independentistas.
En efecto, la provincia de Barcelona, con el 73,85% de votantes, ha elegido diputados con 48.000 votos para cada uno, mientras que la de Lérida, con el 5,7% de votantes, ha conseguido sus diputados con solo 21.000 votos.
O sea que los partidos no independentistas, con el 50,94% de los votos obtenidos, han conseguido solo 66 diputados, mientras los independentistas, con el 47,6% de los votos, se han hecho con la mayoría absoluta gracias a sus 70 diputados. Vamos, la cuadratura del círculo…
Si todos los votos hubieran tenido el mismo valor, Ciudadanos habría obtenido dos escaños menos, pero Junts per Cataluña habría bajado a 30, cuatro menos y ERC, en vez de 32, se habría quedado con 30, a su vez la CUP tendría 6 diputados; mientras que los partidos de izquierda no independentista habrían obtenido, por el PSC, 19; por Cataluña en Comú, 10; por el PP, 5.
En resumen, el bloque independentista se quedaría con 66 diputados, en vez de los 70 que ha obtenido…
Son las matemáticas de la derecha, que defienden a capa y espada tanto la derecha catalana como la derecha del PP, la primera en su chiringuito particular, el segundo a nivel estatal.
Finalmente, un gobierno de derechas de de una Comunidad autónoma o del Estado harán la misma política de favorecer a las clases altas y a la banca y recortar los derechos de los trabajadores. Las circunscripciones más pobladas en las que el voto obrero o de izquierdas predomina, como la de Barcelona, están perjudicadas frente a las provincias menos pobladas. Y es ahí donde la derecha obtiene sus ventajas. ¿O no?
Y en esas estamos. Ojalá la protesta de Ciudadanos nos lleve a una reforma de la ley electoral más razonable, en la que los votos de todos los ciudadanos tengan el mismo valor.