Se armó el Belén

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— P U B L I C I D A D —

Nunca mejor dicho. Como en tantas otras ocasiones, la alcaldesa de Madrid ha tenido que salir al paso de los rumores (interesados o simples) de quienes, desde los medios de comunicación lanzaban titulares de alarma social como el publicado por el periódico “La Razón”: “Carmena quita los belenes de la calle”.

Ha faltado tiempo para que, todos aquellos que miran con lupa y acidez crítica lo que sale del nuevo gobierno municipal, pongan el grito en el cielo y traten el asunto sin pararse a comprobar o analizar con cierto rigor la filtración de la supuesta noticia.

El artº 16.3 de la Constitución Española afirma taxativamente: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal” , para añadir a continuación: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y demás confesiones”. Una muestra más de un texto que, por su confusión y libre interpretación, está pidiendo ya una rectificación en profundidad. Si se declara el laicismo del Estado, no puede intentar luego maquillarse con la exigencia de “mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica…”

El hecho de que los católicos hayan sido mayoría (entre otras cosas por exigencias del guión de la dictadura) obligados por el bautismo, un sacramento que no nace del convencimiento de quien lo recibe sino de la voluntad de los padres o de la imposición administrativa (las llamadas “partidas de bautismo”), ha hecho posible que las jerarquías y estructura orgánica de una sola confesión y religión, hayan gozado de privilegios en base a un “concordato” o acuerdo que proviene del “antiguo régimen político”.

Por lo que se refiere a la polémica surgida sobre esta cuestión y ateniéndonos a una cierta objetividad, se dice que “no se colocará el belén luminoso en la Puerta de Alcalá”. Bien, en muchos casos no ha sido muy identificable tal belén en el diseño que tiene aunque, como es lógico, se relacionase con las fiestas de Navidad. La Puerta de Alcalá, como la fuente de Cibeles o de Neptuno están considerados monumentos históricos protegidos. Esto es, no deberían ser objeto de actos o acciones que afectaran la integridad monumental. Ignoro lo que pasaría si un ciudadano hiciera un “grafitti” sobre la superficie de piedra y, desde luego, tengo una idea de las posibles operaciones que hacen falta para colgar el belén luminoso, por ejemplo.

Estamos con ello ante las diferentes varas de medir en la aplicación de las normas: se permite a los futbolistas trepar por las fuentes monumentales al igual que se permiten los decibelios en los actos oficiales o la presencia de vehículos oficiales o pseudo-oficiales aparcados en lugares prohibidos para los ciudadanos, vulnerando el artº 14 de la Constitución, con la simple autorización de algún poder público que está obligado a cumplir la ley para exigir luego su cumplimiento a los demás.

Tampoco el uso de unas instalaciones o dependencias públicas para actos relacionados con el mundo de las religiones, parece muy de acuerdo con la declaración constitucional, toda vez que existen diferentes lugares de culto en los que exponer los belenes navideños. Otra cosa es su dimensión como elementos del patrimonio artístico municipal y, también para eso, existen museos municipales que pueden acoger estas muestras sin perjuicio alguno para las creencias católicas. Hay que tener en cuenta que las fiestas navideñas no deben tomarse como mero ornato de calles o plazas, sino que tal ornato se inscribe en las propias fiestas.

Los “belenes” montados a expensas de los belenes navideños por los medios de comunicación, vienen también a mostrar el discurso pobre de la información que obvia asuntos y problemas de mayor trascendencia, para instalarse en los consabidos tópicos a los que sacar rendimiento político. El rasgado de vestiduras entre periodistas, políticos, tertulianos y demás miembros de la opinión consagrada por este caso, es mucho más patético cuando se comprueba lo falso de la “noticia” y ésta es desmentida públicamente por la propia alcaldesa (lo que de nuevo dará lugar a colocar en titulares esa otra palabra “recular” que es una ofensa para la vista).

Las tradiciones, costumbres, creencias y religiones además son consideradas un “reclamo turístico”. Bueno está en los primeros casos, pero las creencias y religiones pertenecen a lo más íntimo de la persona y el “venderlas” como recurso turístico ya viene a demostrar el arraigo religioso de las mismas. Otra cosa distinta es que constituyen un elemento diferencial cultural que puede atraer la curiosidad de quienes carecen del mismo pero, si hemos de ser sinceros, parece que las playas tienen más predicamento que las procesiones y actos religiosos de Semana Santa; que los viajes, fiestas y excursiones tiran más que las misas del gallo; que lo que debía dar lugar a recogimiento y rezos como la fiesta de Todos los Santos, se ha convertido en una fiesta de disfraces macabros pero, como viene de donde viene, ahí callamos, asentimos y damos las gracias.

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