Diríase que el PP ha repetido en Euskadi la misma operación que hizo en Cataluña, donde Alicia Sánchez-Camacho cedió el primer puesto para las elecciones autonómicas; en este caso se trata de las generales, pero el relevo parece tener la misma línea ideológica, también en Euskadi la línea dura y más a la derecha se impone a la más condescendiente y blanda frente a la marea independentista y extremista.
Arantza Quiroga, que se confiesa católica, madre de cinco hijos, de presencia sonriente y amable, lanzó últimamente una llamada ofreciendo y pidiendo a todos los grupos políticos vascos una oportunidad de apertura de la convivencia. La política irundarra pretendía que el PP, vanguardia en el pasado contra el terrorismo de ETA, está llamado hoy a ser vanguardia en la búsqueda de la convivencia en paz y en la deslegitimación del terrorismo.
En su discurso reclamaba de todos los partidos vascos un rechazo expreso de la violencia de ETA, en vez de la condena firme que hasta ahora reclamaba de manera inamovible el PP vasco.
Pero su propuesta no gustó a un sector de su partido, mayoritariamente alavés, con el ministro de Sanidad Alfonso Alonso a la cabeza. Les pareció demasiado blanda. Muy diplomáticamente, Alfonso Alonso ha suavizado su crítica a Quiroga alegando solamente que la de Quiroga era una iniciativa coja, le faltaba algo ser matizada.
Entre el PP vasco corrían los rumores, muy «sotto voce» susurraban algunos/as que detrás de la polémica política había un cierto enfrentamiento entre el ala más agresiva con ETA y con la izquierda abertzale, que viene de tiempos atrás. Más aún, que la línea de Arantza Quiroga venía siendo respaldada en Madrid por María Dolores de Cospedal, mientras Soraya Sáenz de Santamaría prefería más bien como líder del PP vasco a Alfonso Alonso.
La historia ha tenido un desenlace fulminante. Tras seis días de silencio, Arantza Quiroga ha presentado la dimisión, y pocas horas después Alfonso Alonso ha sido designado para ocupar su puesto, que compaginará con su ministerio en Madrid durante la campaña electoral.
Arantza Quiroga ha mantenido contra viento y marea la validez de su propuesta. Puesto que la política vasca ha superado viejas tensiones y el clima de violencia, se impone una nueva línea de acción, una apertura hacia los otros grupos políticos, un clima de diálogo: «Espero que los que manden en el PP vasco tengan una mirada valiente. Es lo que debemos a nuestros hijos. No es un objetivo político sino social».
El órgano de expresión de la izquierda abertzale, Gara, señala que mientras Bildu había acogido muy favorablemente la invitación de Quiroga al diálogo y la apertura que esto suponía en el PP, PNV y PSE habían guardado un silencio muy elocuente frente a la audaz propuesta del PP vasco. Decididamente, la tendencia a mantener el statu quo y el inmovilismo se imponen en la política vasca. Y ante la defenestración de Arantza Quiroga y su sustitución por Alfonso Alonso, Deia, órgano del PNV, títulaba el viernes pasado que «Rajoy impone a Alfonso Alonso como relevo a Arantza Quiroga».
El diario El Correo señalaba que, en opinión de Rajoy, el relevo de Arantza Quiroga por Alfonso Alonso es un episodio más de cómo «los partidos se van renovando». Habría que preguntarle al Jefe del Gobierno central qué clase de renovación supone la sustitución de Arantza Quiroga por un representante de la vieja guardia del PP que por su actual posición en Madrid parece como muy identificado y leal con la línea más «pepera» del PP, y sugerirle que quizá el cambio ha sido más una vuelta al pasado que un paso adelante…
Mientras tanto, Quiroga ha apuntado seguramente con acierto que la gente de la calle está caminando por delante de los políticos vascos en la búsqueda de una salida a la situación anómala del País Vasco.
Mientras tanto habría que apuntar quizá que mientras las vanguardias de los políticos vascos añoran un cambio de disco, una nueva etapa que dé carpetazo al desencuentro, a la desconfianza enfermiza de los unos frente a los otros, al poder absoluto de los «duros», de los de «ordeno y mando» a las cúpulas de los partidos en el poder y las de la línea dura de Sortu, o la otra línea dura del PP vasco, y comenzar de una vez a hacer política con mayúscula. Más o menos, quizá lo que sugería Arantza Quiroga cuando dijo que «es lo que debemos a nuestros hijos. No vamos detrás de un objetivo político, sino de uno de signo social». Vamos, que no se trata de que gane nuestro partido, sino de mejorar las condiciones de vida del pueblo vasco…
En este país en que nadie dimite por nada, de todas maneras, Arantza Quiroga se merece quizá nuestro mejor aplauso.
Post scríptum: Al releer, veo que no he mencionado:
- La presión que la AVT ha ejercido sin ninguna duda sobre el PP para que se retire la propuesta de Quiroga.
- Que lo del problema de la violencia en Euskadi está siendo altamente rentable para el establishment; es como si nadie desease sinceramente que las cosas cambien en este aspecto. Ni para atrás ni para adelante…Salvo la gente que ya empieza a estar harta de que el tren siga parado hasta que San Juan baje el dedo…
- Que Euskadi avanza y trabaja «a pesar» de nuestros políticos…