Estos son mis principios…

Estos son mis principios...
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— P U B L I C I D A D —

«Estos son mis principios pero, si no le gustan, tengo otros»

La frase atribuida a Julius Henry Marx, el tercero del célebre trío cómico del cine, no puede tener más actualidad en el mundo de la política y de la sociedad en general. Los principios y valores de la persona mutables en un mundo caótico, donde todo vale (otro recuerdo para el inolvidable tango “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo).

El reciente gobierno del PSOE arropado por las “mareas” políticas, en su moción de censura ya advertía de que se trataba de “regenerar” la política, tan bien descrita en el tango, donde “todo es igual, nada es mejor…”. Para lograrlo empezaba con algunos gestos, protocolarios en algunos casos y con otros más del acervo personal (o de su asesor “gurú” ) que demuestran cómo los sagrados principios, dejan de serlo una vez conseguido lo que se pretendía: la imagen de Pedro Sánchez en la puerta del Palacio de la Moncloa como nuevo inquilino de la misma.

Dos casos han servido ya de muestra: el vergonzoso trapicheo para las responsabilidades públicas escenificado en el caso de RTVE (al que ya he aludido en otro artículo) y su forma de entender la posible solución al desafío independentista catalán donde, si ya creíamos que se había visto todo, ha extendido su guión en esta nueva etapa. Los despropósitos del anterior gobierno, se verán superados con creces con los que se les vaya ocurriendo a los “regeneradores”. Las pistas del circo se van ampliando entre la sorpresa de los ciudadanos y la alegría mal disimulada de los “invitados” a la fiesta.

El primero de ellos, que ejerce ya como vicepresidente en la sombra, con el encargo de abrir camino en la senda del “diálogo” que, por cierto, nadie sabe de qué va, ha sido el ínclito Pablo Iglesias mostrando su disposición a tender puentes entre el gobierno catalán y el español. Todavía no se ha “atufado” el Sr. Iglesias de que una cosa es el Estado Español, otra su administración pública y otra, la forma de organización autonómica de tal administración (un poco de repaso a los viejos textos de su oposición como profesor universitario, quizás no le vendría mal, como tantos otros que hablan de federalismo).

Otro personaje de esta comedia de “enredo” es el electo presidente de la Generalidad Catalana. O mejor dicho, los dos electos presidentes de la misma: Puigdemont (en el exilio dorado) y su “alter ego” Sr. Torrá, a quien tampoco nadie de su entorno le ha explicado lo que es el estado, la política y el poder temporal delegado. Mientras uno reclama dietas, un coche, sueldo, ayudantes y demás mamandurrias a cargo del presupuesto español (que pagamos todos), el otro no tiene ningún empacho en pedir al nuevo gobierno la libertad de los presos o la puesta bajo su protección, creando un nuevo problema jurídico-administrativo y, a la vez, demostrando su concepción de lo que significa “mandar” (el poder absoluto).

En medio de la tormenta de ideas hay una vicepresidenta que también tiene “sus” principios, así como algunos otros cargos públicos que, cada cual, exhibe o cambia en la menor ocasión. En definitiva, un equipo de principios intercambiables según convenga, para mantenerse como sea a flote en el gobierno (mayoría parlamentaria) con las concesiones “regeneradoras” que hicieran falta. Un total “copyright” del anterior inquilino monclovita, con la única excepción de que éste, viene a jugarse el todo por el todo y le faltará tiempo para leer el “Marca”. Para este vieja nos sobran las —supuestamente— nuevas alforjas (“todo es igual…, nada es mejor…”).

Tal como se percibe desde fuera, desde la ciudadanía, el enredo o “nudo” en lenguaje teatral, en éstos momentos los principios de cada uno de los personajes son como esas barajas marcadas de los “tahúres del Missippi” (con que el señor Guerra se refería a Adolfo Suárez) de los considerados por ellos mismos, amigos y familias, como “políticos”.

De momento “gran jefe Sánchez” ha propiciado institucionalmente el trámite de que los presos catalanes pasen a depender de sus instituciones penitenciarias, es decir, de ellos mismos puesto que siguen considerándose cargos públicos de la Generalidad. Ello debía haber provocado en el “gran jefe Torrá” la misma alegría que el reparto de golosinas a la puerta del colegio y, en consecuencia, haber encendido la pipa de la paz, pero… no, el “jefe Torrá” (o el “gran Manitú” exiliado), han torcido el gesto y dicen que son baratijas comparado con lo quieren. Se han visto humillados por la ofensa y han decidido que la pipa quede todavía guardada, hasta que “gran jefe Sánchez” pase a rendir pleitesía por las dependencias catalanas. No vaya a creerse que son unos simples pardillos como los “iglesias” y compañía a los que se puede manejar.

Mientras tanto (mire usted por donde), no ha habido gran dificultad en reunir el dinero reclamado por el juzgado. Al fin y al cabo los ciudadanos de Cataluña, sobre todo los que tienen más “pelas” (se los llamaba burgueses-capitalistas en los principios de antes, pero ahora son filántropos), controlan los medios sociales y de comunicación, vuelven (en realidad nunca lo perdieron) a recuperar el control de la administración autonómica (sus contratos y subvenciones) y se revisten de “elegidos” poderes públicos. Lo que no sabemos todavía “cuando ha vuelto la normalidad democrática” es cuantos gobiernos o cargos públicos van a existir: ¿el del Sr. Puigdemont, el del Sr. Turull en el intermedio o el del Sr. Torrá finalmente? ¿todos van a reclamar las dichosas “mamandurrias” que legalmente les correspondan? Oiga, yo me apunto también.

Empezamos hablando de principios. Aquí solo hay dos: el del reconocimiento del estado español a través de su desastrosa organización político-administrativa autonómica o el reconocimiento de que, cada rincón de España, cada persona, tienen una identidad propia, con sus peculiaridades históricas, con sus fueros y sus “hue…” , con un felpudo a la entrada de cada casa: “bienvenido a la república independiente de…” Eso, sí, espero que dentro se conserven los “principios” de uno o de otro tipo.

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