Debo confesar que los nuevos partidos políticos o “partidos emergentes” —como se les llamaba en el argot periodístico— crearon en la gente una cierta ilusión de cambio profundo y de renovación de formas y estructuras ya superadas con el tiempo.
Dentro de tal supuesta originalidad, se presentaba en Madrid un cierto conglomerado de personas agrupadas en una plataforma con el nombre de “Ahora Madrid” bajo la sombra de una prestigiosa magistrada, que daba al gran “batiburrillo” de “tribus” un cierto prestigio que, de otra forma, nunca hubieran conseguido. De esta forma, el Ayuntamiento de Madrid, como los de otras capitales, han caído en manos de personas que, sin dudar de sus buenas intenciones, sólo han aportado hasta el momento “ocurrencias” varias, la mayor de las veces ajenas a la verdadera gestión de los servicios municipales.
La última de tales “ocurrencias” ha sido el cierre al tráfico de algunas de las más importantes arterias de circulación en el centro de la capital, bajo la excusa de la limpieza del aire que se respira. No es de extrañar, pues tal cosa depende de múltiples circunstancias entre las que, siempre la contaminación procedente de la combustión de los motores de los automóviles, es la que sale perdiendo. Sobre todo si son vehículos particulares por muy controlado que esté el asunto a través de las revisiones obligatorias correspondientes.
Sin entrar en debates técnicos sobre la “movilidad” en las grandes ciudades, lo más claro es que tales prohibiciones van a producir de momento los efectos siguientes:
- Aumento del número de pasajeros del transporte público; es decir, se realiza una competencia desleal de carácter comercial, al amparo de ordenanzas específicas.
- Desincentivación de acceso al centro de la ciudad, lo que redundará en un mayor beneficio para todo tipo de centros comerciales y de ocio periféricos pertenecientes a las grandes corporaciones y multinacionales.
- Agravio comparativo y discriminación propios de la “casta política” entre los que pueden moverse sin problemas por el centro y los que no, al amparo de una justificación medioambiental difícilmente sostenible (se podía quitar -por ejemplo- la ordenanza que obliga a los vehículos a poner en marcha sus motores cada poco tiempo para cambiar de plaza de aparcamiento).
- Incertidumbre y caos organizativo en la puesta en práctica de tal medida por la falta de indicaciones al respecto, lo que supondrá una mayor recaudación en multas municipales.
“Ahora Madrid” está formada por distintas “sensibilidades” o “grupos” con intereses más o menos sectarios que predominan sobre los intereses generales. Así, la concejalía de Medio Ambiente, a quien se deben estos despropósitos, tiene a su frente a unas personas que, rebotadas de su formación original, han acabado descubriendo el “ecologismo” a través de un grupúsculo llamado “Equo”. Cada uno de tales grupos acapara competencias de un tipo u otro, enfrentadas muchas veces (como ha ocurrido en urbanismo), para imponerse sobre los demás. Son conocidas las “ocurrencias” en la concejalía de Cultura, así como la guerra soterrada entre los de “ganemos”, “podemos”, “hagamos”, etc. Un “variopinto” conjunto de “sensibilidades” que, con el tiempo, se multiplican a costa del presupuesto en forma de sueldos, asesores y otras “pamemas” que ya provocaron en su momento la indignación del “15M” y que se vuelven a repetir aumentadas. Se diría que hay un reparto de botín municipal más propio de organizaciones de tipo “cártel” que de funcionamiento riguroso y mejora de servicios municipales.
De nada ha servido el supuesto “empoderamiento” de los ciudadanos obligados por ordenanzas caprichosas y arbitrarias, como la que cerró al tráfico la calle Leganitos de la noche a la mañana, creando una ratonera para los ciudadanos que se encontraron cogidos en la trampa y que obligó a suspender más tarde todos los expedientes de sanciones impuestas (unos 200.000) que aún no se han resuelto.
Alguien dijo aquello de “los experimentos, con gaseosa”. No se trataba de castigar en las últimas elecciones municipales una gestión sospechosa, sino de llevar al Ayuntamiento de la capital de España a personas capaces de servir a los ciudadanos por encima de sus ideologías personales. Es como si en una comunidad de propietarios, el presidente impusiera su criterio en lugar de servir al interés general.
El Ayuntamiento de Madrid está gobernado por personas que todavía no se creen que les haya caído tamaña responsabilidad pública y que actúan como “machos alfa” de las asambleas de barrio, “pastoreando” a los demás colegas. Unas personas que prometieron unas cosas como las bajadas de sus sueldos y más tarde incluso son capaces de justificar el mantenimiento del mismo con las mismas triquiñuelas legales que la más pura y rancia “casta”. Unas personas que carecen de la mínima estructura política y que hábilmente se montaron en el movimiento “15M” desprestigiando su frescura y su altruismo, aprovechando los muchos “resabios” aprendidos a lo largo de su vida en otras formaciones y organizaciones. Unas personas que, como me decía uno de ellos emulando al viejo franquismo, creen que al ciudadano “hay que educarlo” a base de prohibiciones y sanciones, pero que obviaba su propia preparación para educar a los demás.
“Ahora Madrid” no es nada. Ni siquiera un proyecto político. Parecen simples advenedizos deseosos de ingresar y participar en los privilegios de la “casta” que, en el fondo, envidiaban. Son más de lo mismo, pero con peligrosas y caras “ocurrencias” a costa de los presupuestos públicos. Nada distinto a los aeropuertos sin tráfico, a los despilfarros en obra pública, a los caprichos tan criticados de la “casta” anterior. Ahora tienen el poder de gestionar y no saben hacerlo, simplemente porque son incapaces de entender los más elementales rudimentos del servicio público. Pero hay un responsable: el PSOE que, por las razones partidarias que tengan, mantiene el tinglado. Quizás va siendo hora de una moción de censura municipal y de que los ciudadanos madrileños tenga la posibilidad de revocar un mandato tan caprichoso, absurdo y delirante como el de la “casta” que los precedió. Además, posiblemente, la alcaldesa lo agradecerá, harta como parece estar de sus “ocurrencias”.