
Hace calor ya en los semáforos. Los árboles de Madrid, apenas si ya dan sombra a los transeúntes, enmascarados, que deambulan por la plaza de la Lealtad a la búsqueda de un hueco por donde volver a encauzar la vida. El Ritz enfrente se ha vestido de blanco y oro para volver a torear en las plazas de la actualidad de la mano de José Luis Rodríguez, (el puma para los amigos) en el Nueva Economía Fórum, donde, de nuevo, su puerta nos va engullendo, mezclando ambiciones, ansiedades y ambigüedades a la espera de un café con croissants rellenos de opinión, que en pocas horas llegará a los diarios para contarnos que es lo que es, lo que no es, lo que va a ser, o casi siempre lo que no va a poder ser.
Hoy, Pepe Álvarez, que, si fuera torero, a partir de ahora habría que llamarle el sumiso, se esfuerza por justificarse, bajo la atenta mirada, escrutadora y vigilante de Simancas. Se ve nervioso a Álvarez, casi que suda a pesar de que nubes de aire acondicionado enfrían el ambiente, por cierto, ya muy frío entre la concurrencia.
Méndez, Cándido, ha levantado un par de veces las cejas y ha ladeado la cabeza como si quisiera expresar… ¿pesar? ¿disconformidad? ¿tal vez vergüenza? No puedo adivinar más, las mascarillas nos tapan en rostro, y que bien vienen para tapar, porque hay mucho que tapar en estos tiempos.
Álvarez no lleva máscara, pero tampoco ha tenido respuesta para la mayoría de las preguntas que le hemos hecho desde las mesas. Tampoco me sorprende, la mayor parte de los políticos, porque Álvarez es un político no les quepa duda, están entrenados para no contestar a lo que se le pregunta, y si lo hacen, porque no les queda más remedio, darán una respuesta que siempre, siempre, nos garantice que ellos lo están haciendo muy bien, y que la pregunta no es la adecuada, o no viene al caso, o ya la respondió en otra ocasión.
Álvarez sigue hablando y hablando sin dejar de mirar a Simancas, ¡qué curioso! Todo el rato parece que se dirigiera a él en mitad de una sala vacía. Rodríguez modera y le para ese elogio de la locura que está vertiendo en un torrente de palabras que más parecen un soliloquio de un hombre hablando a su mano. Álvarez sigue sin estar cómodo, por lo menos eso denota que tiene conciencia, y que sabe que está dejándonos solos frente a un gobierno que va a hacer de la clase media, a no tardar mucho, su coto de caza privado.
Le pregunto por la negociación de las pensiones. Le pregunto si ha tenido en cuenta la perspectiva de género a la hora de negociar con el Ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. Si ese ministro que vive en el feliz país de los unicornios, donde todo el mundo cotiza a la seguridad social sin interrupciones desde los 18 años, donde nadie ha estado nunca parado, y donde hay igualdad de género en las pensiones. Le pregunto si cuando se sentaron a la mesa de negociación, se acordaron de las mujeres del baby boom que tienen la cotización mermada por el cuidado de los hijos, el cuidado de los padres, los despidos por haberse quedado embarazadas o los largos periodos sin trabajo porque no encontraban a ningún empleador que quisiera a una mujer con dos hijos de 8 y 10 años, o de aquellas que vivían dependientes de un marido que les parecía mal que “su mujer” trabajara fuera de casa, desatendiendo el cuidado de la familia.
Le pregunto si cuando se sentaron a negociar tuvieron en cuenta que la generación de los baby boom ha sufrido enormes incremento del paro y falta de cotización por múltiples crisis económicas, especialmente La Gran Recesión (2008-2013), la Crisis del petróleo (1973) o la de las devaluaciones de la peseta entre 1992 y 1995, y que las mujeres especialmente fueron las que más aguantaron esos periodos de inactividad.
Le pregunto, en definitiva, si están negociando cosas de hombres y para hombres…
Álvarez está ahora mucho más incómodo. La respuesta es decepcionante, pero desde luego sincera: “Vamos a tener que abordar las desigualdades de género en las pensiones en una segunda fase de la negociación”. Es decir que han negociado de momento, sin pensar en la situación de la mujer respecto a las pensiones. No estábamos, nosotras, en la agenda, en la hoja de ruta, se negoció sin nosotras, una vez más. No es nada nuevo, pero se atraganta, se hace bola, cuando viene de la representación de los trabajadores y trabajadoras.
Álvarez, que ha terminado igual de incomodo que como empezó, ha pedido menos ruido y más diálogo y acuerdos, pero ¿De qué diálogo me habla cuando dejan a las mujeres fuera de ese diálogo? ¿Tenemos que agachar la cabeza y esperar que se hagan los acuerdos, estos y cualquier otro sin pensar en nosotras?
Álvarez sale ya por la puerta del Ritz. Algunos corrillos enmascarados parlotean de lo que da la vida. Luis Garcia Montero habla en verso de fútbol y poco a poco la Plaza de la Lealtad se va quedando ya llena de paisanos que ahora, después de la pandemia, parece que andan más despacio. Miro otra vez la placa con el nombre del lugar: Plaza de la Lealtad… Con ese nombre, desde luego, algunos no deberían pisarla. Hace calor para ser tan temprano, no sé, tal vez sea la mascarilla.
Son las once de la mañana. No llueve en Madrid y la temperatura exterior es de 28 grados.
Encantado de leerla de nuevo. Efectivamente el Ritz y sus desayunos es una especie de palimpsesto de personajes encantados de conocerse a sí mismos que, si no fuera por el marco ambiental y la invitación a desayunar, probablemente se quedarían en su soliloquio personal.
Hace muchos años, al comienzo de la Transición, alguien me señaló en relación a la convocatoria de un acto «que los periodistas no irían si no había invitación» (gastronómica se entiende).
El Sr. Alvarez no es político (como tantos otros que dicen serlo) es un simple sobreviviente o «sobrecogedor» de uno de los muchos tinglados en que se apoya el poder. Una situación que se vendría abajo si vivieran sólo de las cuotas de sus asociados. Lo que pueda opinar honestamente, se lo debe guardar a la espera de la parte del «maná» que le corresponda en los presupuestos públicos. Por eso no sabe ni puede saber lo que va a ocurrir con las futuras pensiones (le importa la suya solamente) y por lo tanto, menos aún de un proyecto político que se sustenta solo en mentiras y en la utilización de la lucha de géneros como arma política mezquina (tal como se lo han hecho saber las feministas de siempre).
Un cordial saludo.