En la frenética rueda de saltos entre capitales que ha realizado estos días Antony Blinken, el secretario de Estado norteamericano ha encontrado tiempo para presentarse en Bagdad y mantener una conversación, que a todas luces se presume ha sido muy dura, con el primer ministro iraquí Mohamed Shia al-Sudaini. La escala es tanto más relevante cuanto que varias de las bases americanas asentadas en el antiguo país mesopotámico han sido atacadas en las últimas semanas so pretexto de justificarse en el fuerte respaldo de Estados Unidos al Estado de Israel en su guerra contra Hamás.
El denominado Movimiento de Resistencia Islámica de Irak, Kataib Hezbolá, había amenazado con “una escalada sin precedentes” en este tipo de ataques. Uno de los dirigentes de dicha organización, Abú Alí al-Askari, había clarificado incluso el objetivo principal de tal aumento sistemático de los ataques: “Hundir los intereses de Estados Unidos en Irak”.
Todas las gestiones diplomáticas realizadas por Blinken pretenden evitar que la guerra en la Franja de Gaza se desborde y se convierta en una conflagración que estalle en toda la región. En ese probable desbordamiento Irak es una pieza fundamental, toda vez que su mayoría poblacional chií, al igual que su Gobierno, están afectiva, cultural e incluso económicamente inclinados del lado de Irán, comprobado mentor de Hamás en Palestina y de Hezbolá en el Líbano.
Blinken quiere cercenar de raíz la implicación iraquí y habría amenazado al jefe del Gobierno de Bagdad con fuertes represalias si persistiera esa escalada. No es en vano que la imponente fuerza naval norteamericana desplegada en el Mediterráneo oriental posee una capacidad de fuego brutal para sembrar nuevamente de ruinas las zonas desde las que se lanzan las operaciones terroristas contra las bases americanas.
En paralelo, Blinken parece estar ya preparando la posguerra de Gaza. Así lo ha evocado en Amman con sus colegas al frente de la diplomacia de Arabia Saudí, Qatar, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina. Particularmente importante es la imprevista entrevista sostenida con Mahmud Abbás, presidente de esta última. El ninguneo a que le ha sometido Israel a lo largo de la práctica totalidad de su mandato podría estar tocando a su fin. Aniquilar a Hamás como pretende Israel no va a hacer desaparecer también al pueblo palestino, con quién habrá que encontrar alguna solución. La más lógica sería, pues, el reforzamiento de la ANP y que esta tomara el control de la Franja de Gaza y gozara de un mayor reconocimiento del que ahora mismo tiene en la Cisjordania ocupada.
Mahmud Abás ya le habría confiado a Blinken su disposición a hacerse con tal control en ambos territorios, además del también ocupado Jerusalén Este. Sería una Administración provisional palestina, aunque con Hamás excluido de la misma. A Blinken le correspondería la tarea de convencer a Netanyahu de que tal diseño es el único verdaderamente viable para la inmediata posguerra, fase de la que ni el primer ministro israelí ni su gabinete de guerra, y mucho menos los ministros radicales de su Gobierno son en absoluto partidarios de iniciar, sobre todo mientras Hamás no libere a los más de 240 ciudadanos israelíes secuestrados en el ataque del 7 de octubre.
Otros escenarios evocados en esta última gira relámpago de Blinken, que le ha llevado incluso a Turquía y Chipre, presentan por ahora muchos inconvenientes. El que pudiera parecer más lógico, un despliegue multinacional de fuerzas de interposición de Naciones Unidas es rechazado frontalmente por Israel, que ya descalificara a su secretario general, Antonio Guterres, por estimar éste que el contexto en el que viven los palestinos habría sido el desencadenante del violento ataque de Hamás. Israel considera que tales declaraciones vienen a justificar la actuación terrorista, lo que se traduce en una exclusión de Naciones Unidas en la solución de posguerra, al menos en su fase inicial.
Sin tanta contundencia, pero con la misma firmeza, los países árabes vecinos de Israel, especialmente Egipto y Jordania, rehúsan gerenciar una administración temporal de la devastada Gaza. No se ven en ningún caso en el papel de gendarmes de la seguridad de la Franja, lo que un antiguo negociador norteamericano en Oriente Medio, Aaron David Miller, considera una ensoñación, porque “no cabe imaginar que los Estado árabes pongan tropas sobre el terreno para matar a palestinos”.
Por largas y devastadoras que sean las guerras, éstas concluyen y, salvo que uno de los contendientes borre completamente del mapa al otro, hay que concluir algún acuerdo que permita reanudar la vida a sus respectivos ciudadanos. Esa salida es inexorable y hoy en día, Israel solo podría firmar ese hipotético acuerdo con una revitalizada Autoridad Nacional Palestina.
FOTO: Una imagen difundida por la Oficina de Prensa del primer ministro iraquí el 5 de noviembre de 2023 muestra al primer ministro Mohamed Shia al-Sudani (dcha.) reunido con el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken en Bagdad | IRAQI PRIME MINISTER’S PRESS OFFICE/AFP