
En este mundo hay verdades incontestables, objetivas, que escapan a la opinión salvo para quienes tienen la osadía de caer en el ridículo más absoluto. Que Pedro Sánchez es un mentiroso es solo una de ellas. Como lo son, también, que Vinícius José Paixaõ de Oliveira Júnior, o sea el Vinícius del Real Madrid, es un buen futbolista, y que es negro. Se me podrá discutir el calificativo a su condición como jugador; habrá quien diga que es magnífico, que es colosal, y ya oyes por ahí a los muy, muy, muy madridistas que es el mejor del mundo. Pero que es negro no tiene vuelta de hoja.
Y tampoco es una rareza, ni una peculiaridad, porque en la Primera División de la Liga española de Futbol juegan más de cuarenta de su misma raza. En España, hoy en día, ser negro no es una novedad, ni resulta exótico en ningún aspecto de nuestra vida cotidiana: ha médicos, y abogados, y basureros, y carpinteros, y periodistas, obreros, funcionarios… Hasta políticos, oiga, de color negro (decir solo “de color” es una estupidez que demuestran los sensibilizados, porque los de todas las razas tenemos un color, no somos transparentes).
¿Por qué, entonces, parece que en este país, en esos campos de fútbol, el único negro es Vinícius? Ah, calla, que es porque en algunos estadios le recuerdan su tono de piel, en ocasiones acompañados por calificativos inadmisibles para cualquier persona y raza.
Y como a Vinícius le pasa eso, pues está sobreprotegido, ahora mismo, y se sanciona a clubes, se le consienten malos modos con adversarios y aficiones y hasta los árbitros le toleran actitudes que a otros, con mucho menos, les acarrearía una sanción de gravedad variable.
Pero es que el problema es Vinícius. Pongamos que es por su juventud, veintidós años, o por una educación limitadita, o porque se lleva más de veinte millones de euros al año (y eso, unido a lo anterior, debe ser bastante corrosivo), pero quien provoca aquí y allá es el propio jugador, dado a la simulación, a la provocación, a la ofensa a contrarios y aficionados, vocinglero, gritón, alborotador, escandaloso, desaforado, gesticulante, aspaventero, soberbio, altivo, presuntuoso, arrogante, vanidoso, engreído, impertinente, jactancioso, fatuo, pedante…
Y nada de eso lo justifica ni su juventud, ni su sueldo, ni su calidad como futbolista. Ninguna de esas definiciones habríamos aplicado nunca a jugadores al menos tan buenos como él, sino mejores y más completos, desde Kubala hasta Iniesta, pasando por Amancio, Marcial, Guerrero, Joaquín o Messi, por decir solo algunos y de diferentes equipos. Quizás Cristiano Ronaldo sería la excepción.
El problema es Vinícius y el problema es del Real Madrid, de su entrenador y de sus compañeros en el vestuario y el campo. Alguno ha habido que ha tenido que apartarlo cuando ya provocaba una gresca de las suyas con éstos o aquellos adversarios —que también le da un poco lo mismo con quién sea, él a hacer su numerito—. No creo que haya profesión ni actividad en ningún orden de la vida en el que puedas llegar a ser el mejor si no lo eres también como persona, seas o no seas negro.