
Un nuevo debate entre los líderes de ambas formaciones vino a demostrar que, posiblemente, tras las próximas elecciones, el panorama político español seguirá por los mismos o parecidos derroteros: ningún partido obtendrá la tan deseada mayoría parlamentaria y la formación de gobierno quedará a expensas de pactos y cabildeos posteriores.
El mundo mediático ha transmitido interesadamente la necesidad de seguir chapoteando en las anacrónicas ideologías de derecha e izquierda, hablando y promoviendo sin cesar coaliciones de uno y otro tipo, pero desechando a priori lo que podía haber sido la gran palanca del cambio político e institucional (que tanta falta hace) desde una posible coalición de las formaciones emergentes que, no nos olvidemos, tienen sus raíces en la ciudadanía y en la gente “decente” (según Pablo Iglesias).
En el encuentro de ayer, salvando las formas (que ya es bastante) ambos se empecinaron en seguir el guión que sus asesores y los medios (unos directa y otros indirectamente) les han preparado. Curiosamente, cuando tienen muchas cosas en común, prefirieron caer en las “diferencias” que hábilmente el entrevistador tenía preparadas para crear un ambiente más tenso y menos propicio al entendimiento.
Tanto uno como otro han caído en manos de sus “equipos” y de la ideología de tales equipos, en su mayor parte procedentes de la vieja “casta” política, de la que están impregnando todo lo que podía haber de frescura y espontaneidad en los nuevos líderes que, de esta forma, se ven forzados a recitar argumentos cansinos que recuerdan a los viejos debates del bipartidismo. Algo de lo que ya están hartos los sufridos ciudadanos de a pie.
Uno habla de “cambio progresista” (Pablo Iglesias) y el otro de “reformismo político” o “regeneracionismo” (Albert Rivera) sin que, probablemente, ninguno de ellos sea capaz de definir más explícitamente ambas cuestiones y dejando por lo tanto al espectador, al elector o al votante que entienda lo que mejor le parezca. Una forma de quitarse de encima el marrón de identificación política de modelo clásico. No parecen darse cuenta de que los conceptos son una cosa pero sólo su desarrollo demostraría su contenido verdadero.
Hablar a estas alturas de “gobierno progresista” pactando con el PSOE parece una pesada broma por parte de “Podemos”, pero resulta igualmente chocante el hablar de “regeneracionismo” por parte de “Ciudadanos” con el mismo partido. El motivo del primero dicen que sería la captura del votante del PSOE por parte de la formación morada (al igual que ha hecho con IU y trata de hacer con las “mareas”) y el motivo del segundo sería también ampliar el espectro de sus votantes potenciales por la misma vía socialdemócrata entre los votantes e incluso militantes del PSOE y el PP. En definitiva volver a un bipartidismo cuyas consecuencias “funestas” se trataban de combatir desde el cambio político.
Tanto en un caso como en otro sigue planeando en ambos partidos la semilla de la ideología socialdemócrata que constituye el substrato constitucional. Nada nuevo bajo el sol más allá de buscar el lugar en que se esté más caliente y, desde luego, ni un ápice de “nuevas políticas” sino la visión diferente de una serie clásica de cuestiones que les permite crear ese “bipartidismo regenerado” que sigue sin entrar en las grandes cuestiones y retos que tenemos por delante manteniendo un cortoplacismo egoísta sin horizonte de futuro. ¿Táctica electoral, estrategias de comunicación o simple ignorancia? No lo sabemos. En el fondo se perfilan las sombras del “clan de la tortilla” sevillano como modelo a imitar por el equipo de “Podemos”, mientras que el equipo de “Ciudadanos” parece querer imitar a la extinta UCD y su localización “centrista”. El problema es que los tiempos y las circunstancias son muy distintos y requieren alternativas verdaderamente nuevas, no burdas copias de lo anterior.
“Podemos” por su parte ha formado su propia coalición o, mejor dicho, se ha apropiado de los movimientos sociales como si fueran suyos. Cuando Pablo Iglesias dice que gobierna los ayuntamientos de Madrid y Barcelona a pesar de las reiteradas negativas a identificarse con “Podemos” de la Sra. Carmena y la Sra. Colau, está haciendo un gesto de apropiación y captura de la gestión municipal sin que se le mueva una ceja. Parece ignorar los muchos y grandes problemas internos que existen entre los concejales de Ahora Madrid, pero también parece obviar que en Barcelona tiene su propia representación fuera del ayuntamiento. Ese descaro ingenuo es la “marca” de “Podemos”.
“Ciudadanos” por su parte parece haberse resignado al papel de “conseguidor” o “muñidor” de pactos y alianzas sin perder de vista su condición de “bisagra” política, que ha venido a alterar de cierta forma los apoyos nacionalistas de los anteriores parlamentos. Trufada como está la formación naranja de aluviones de gentes procedentes de otras formaciones (PSOE, UPyD y PP) parece haber renunciado a tener su propio programa político y resignarse a “apoyar” o no el de otros. Casi parece sentirse cómodo en esa posición secundaria en que no tienen la responsabilidad de gobierno pero pueden influir entre bastidores en las decisiones del gobierno de otros tan dispares (en apariencia) como el PP o el PSOE.
Mi reflexión termina con la sensación de que, lo que por ahora parece inédito, quizás tendría un solidez electoral mucho más firme que las coaliciones que se barajan: el pacto de los emergentes (dejando aparte las diferencias escasas en la forma de entender ambos la socialdemocracia), posiblemente sería la mejor forma de encarar un verdadero cambio político y social en España, desde las reformas estructurales y constitucionales necesarias, hasta la recuperación de las libertades que se nos van escurriendo sin darnos cuenta como arena entre los dedos y el sentido de una democracia sin necesidad de adjetivos. Todo depende de su generosidad y altura de miras.