
La canciller alemana y líder cristianodemócrata, Angela Merkel, ha ganado sus cuartas elecciones en una jornada marcada por el hundimiento socialdemócrata y la irrupción como tercera fuerza del Bundestag de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), con un 13,5% de los votos. Sus consecuencias serán cosa de todos los europeos. Su electorado también es una muestra del de otros países de la Unión Europea.
Tampoco acertaron, esta vez para mal, los sondeos que pronosticaban un triunfo aplastante de la canciller alemana, Angela Merkel, en las elecciones en Alemania. De “victoria amarga” la calificaba Christophe Castaner, portavoz del Gobierno de Francia, que esperaba que la hipotética contundencia arrolladora de Merkel acunara a su vez la presentación del proyecto para la UE del presidente galo, Emmanuel Macron.
Lo primero que cabe resaltar del retroceso de los democristianos, del hundimiento de los socialdemócratas, de la vuelta con fuerza de los liberales, de la estabilidad de los ecologistas, pero sobre todo de la irrupción en tromba de los ultraderechistas es que si Alemania sale más fragmentada de estas elecciones, su inestabilidad se proyectará inexorablemente sobre toda Europa.
Urgencia de hacer realidad la Europa social
Otra de las lecciones que cabe extraer de las elecciones en Alemania, siquiera porque se repite elección tras elección en los diferentes países de la UE, es el descontento de los damnificados de la crisis económica y financiera. En la misma Alemania, pese a su innegable prosperidad, existen y persisten grandes bolsas de desigualdad. Con fino olfato, la comisaria europea de Empleo y Asuntos Sociales, Marianne Thyssen, insta a “hacer realidad la Europa social para evitar que las fuerzas extremistas seduzcan a la población comunitaria”.
Si esta es una reforma imprescindible, las que afectan al euro, al mecanismo de ayuda, a las políticas de compras masivas de deuda por el Banco Central Europeo, son, a su vez, lo suficientemente necesarias como para […]
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Fuente original: El Debate de Hoy