
Confieso desde el principio que fui un joven —sino comunista del todo— sí estudioso de las teorías de Marx y Engels, además de la praxis leninista. Entre los años 60 y 70 del pasado siglo, el pensamiento comunista mundial estaba dividido entre lo pro-soviético y lo pro-chino. Jamás me decanté por lo uno o lo otro.
Parte de mi instrucción marxista tuvo lugar en el llamado Libro Rojo de Mao. A lo largo de sus más de 400 citas desfilaban multitud de temáticas sobre el socialismo y el comunismo; el imperialismo y los reaccionarios tigres de papel; la disciplina; la juventud; la mujer; el trabajo político o las relaciones entre el ejército y el pueblo.
Pero las publicaciones que más me impresionaban eran unas revistas llamadas China nueva o China hoy. Extraordinarias ediciones en papel couché, muy al estilo del foto-periodismo de la época; perteneciente a las estirpes impresoras de la americana Life en Español o a la francesa Paris Match. Estas revistas estaban muy alejadas de lo que era pensamiento o ideología, propiamente dichos. A lo largo de sus páginas, todas ellas ilustradas con brillantes fotografías, se podía ver cómo China se iba convirtiendo en la potencia industrial que es hoy. Además, de cómo el urbanismo y la arquitectura asemejaban el país a cualquier paisaje occidental de corte capitalista. Estas revistas —al igual que el Libro rojo— las obtenía gratis, a través del sector pro-chino del Partido Comunista de Colombia, mi país natal.
Otro aspecto que me llamaba la atención eran las multitudes de chinos en bicicleta. Casi no había automóviles en las ciudades retratadas por las revistas mencionadas. Con el tiempo comprendí el por qué: el país estaba preparándose para un futuro automotriz a gran escala. Los nuevos chinos estaban estudiando cómo se fabricaban esas máquinas de 4 ruedas que hoy pueblan sus calles, carreteras y autopistas. Pero lo que más y mejor saco como conclusión, es la buena salud que debe tener hoy el pueblo chino, pues el montar en bicicleta fortificó los cuerpos de los habitantes de entonces y también los genes de las actuales generaciones. Los chinos de hoy deben de gozar de una excelente salud, gracias a la bicicleta de la Revolución Popular.
Agregar a todo lo anterior lo que —a mi juicio— mejor hizo el régimen chino, mucho tiempo después de la muerte del presidente Mao: la política del hijo único, en 1982. De esta manera, las mujeres chinas traen al mundo los hijos que pueden mantener. Política a la que, obligatoriamente, deben darse continentes enteros si quieren acabar con el subdesarrollo.
Pasaron los años, murió el presidente Mao Tse-Tung en 1976 y se produjo el despegue económico. El que le ha permitido a China superar a los europeos Alemania, Reino Unido o Francia; como también a su vecino Japón y pisarle en este momento los talones a la única superpotencia en todos los sentidos: a Estados Unidos. Al dar por terminado el comunismo en sus aspectos económico y social China no es, en primer lugar, un país sujeto a las libretas de racionamiento y a las restricciones de todo tipo. Como en los dos países propiamente comunistas que todavía quedan: Cuba y Corea del Norte. En segundo lugar, China dejó de ser un inmenso campo de concentración como lo fueron todos los países europeos sometidos al comunismo y como aún lo son los dos mencionados. Los chinos de hoy en día son hombres y mujeres libres, pudiendo trasladarse a través de su inmensa geografía de dimensiones continentales. Y no sólo eso. Los chinos desde hace más de 4 décadas viajan y se instalan en el extranjero; prueba de lo cual es la cantidad de negocios propiedad de nacionales chinos que existen en España y en cualquier país del mundo.
Se cumplen 50 años del restablecimiento de las relaciones entre España y China. Un acercamiento que sorprendió a propios y extraños de la época, pues el furibundo anticomunista de Francisco Franco accedió a que en Madrid se abriera la Embajada de la República Popular y a Pequín fuera como embajador Ángel Sanz Briz… quien salvara a unos 5000 judíos húngaros del holocausto cuando fue embajador en Budapest en 1944.
Desde entonces, las relaciones entre los dos países se han incrementado poderosamente. Hasta el punto de ser China el principal socio comercial de España, fuera de la Unión Europea. La balanza comercial es muy favorable al país asiático, pues en el primer semestre de 2023 las importaciones chinas fueron de unos 22.375 millones de euros, mientras que las ventas españolas a China sólo alcanzaron a 3.739 millones, según la Fundación Consejo España-China.

Ha comenzado a circular un libro titulado Xi Jinping: La Gobernación y Administración de China. El texto es una selección de discursos y escritos del Secretario General del Partido Comunista Chino y Presidente de la nación, en el que el autor trata de “la realización del socialismo con peculiaridades chinas”. Además de lo que entiende como “revitalización de la nación asiática”. Todo un buen acercamiento a su labor desde que hace 2 años está al frente de la Jefatura del Estado.
Está clara la intención de China de abrirse cada vez más al mundo. A ver si, por fin, dejamos de pensar en ese país de más 9 millones de kilómetros cuadrados y de unos 1400 millones de habitantes, en algo enigmático y cerrado. España, a su vez, para reducir la ventaja de casi 19 puntos que le lleva China en relaciones económicas, debería reindustrializarse. Volver a ser el país que ocupó el octavo puesto mundial en industria, justo en la década de los 70. Mas para ello —mucho me temo— tendría que abandonar el euro y hasta la Unión Europea. Misión casi imposible.