El arte como excusa

Cabeza de mujer joven
Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

Casi al mismo tiempo dos noticias aparecidas en los medios de comunicación vuelven a poner sobre la mesa el mundo del arte como negocio, asunto al que ya nos referimos anteriormente cuando hablamos de la “burbuja artística”.

Por una parte, la obra “Cabeza de mujer joven” del prolífico y admirado Pablo Picasso, se localizó a bordo de un yate por las aduanas francesas, lo que ha provocado la intervención del Estado Español para recuperar lo que entiende es y pertenece al patrimonio artístico nacional.

Esta obra considerada o calificada como “precursora” del cubismo picassiano, cuya propiedad real está en estos momentos discutiéndose, es una de las muchas versiones del mismo tema (lo prolífico no significa siempre originalidad sino lo contrario) que el artista realizó a partir del año 1905, quizá a partir del retrato realizado a Gertrude Stein que se conserva en el Metropolitan Museum de Nueva York, y que pudo servir para las numerosas “copias” o “versiones” del mismo rostro, incluidos los autorretratos del propio pintor del Museo Picasso de París o el del Philadelphia Museum of Art, ambos de 1906, como gran parte de la producción de ese año donde la “Cabeza de mujer joven” es un trasunto del “Desnudo de mujer sentada con las piernas cruzadas” de la Galería Nacional de Praga o el “Busto de mujer” de 1907 del citado Museo Picasso de París. Sólo es necesario cambiar algún trazo y… ¡tachán! ya tenemos otra obra “original” en el mercado. ¿Donde termina la caricatura y empieza la obra de arte?

De todo ello podemos deducir que la “Cabeza de mujer joven” es una muestra más del intento del artista de producir un cambio en su estilo a partir de las formas de máscaras de África Occidental (tan apreciadas por coleccionistas en Francia) llegadas desde las antiguas colonias y que sirvieron de “inspiración” (o de copia) para el mundo artístico de la época y que, en el caso de Picasso, llegarían hasta “Les demoiselles d’Avignon”, como icono del cubismo.

“Yo no busco, encuentro” es una frase atribuida al pintor malagueño y, desde luego, encontró a lo largo de su producción suficientes referencias ajenas para sus obras. Luego el “mercado” y los marchantes se encargarían de los precios hasta llegar a la cifras más altas del “ranking” internacional como los 142.880.000.- euros en que se vendió recientemente en Christie’s de Nueva York ( 11 de mayo de 2015) su obra “Les femmes d’Alger” (1955) , un óleo sobre lienzo de 114 x 146,4 cms., que perteneció a la “colección Ganz” de Nueva York y basada (otra inspiración de referencia) en la obra del mismo título de E. Delacroix en el Louvre.

No es de extrañar pues que la “Cabeza de mujer joven” se haya valorado en la nada despreciable cifra de 26,2 millones de euros y que su recuperación haya sido dotada del “espectáculo” oficial correspondiente con avión propio, fuerzas de seguridad, funcionarios del Ministerio de Cultura, técnicos del cuerpo facultativo del MNCARS (Reina Sofía), restauradores del mismo museo y sistemas especiales de embalaje en contraste con la simple envoltura en papel de estraza con que -al parecer- viajaba en el barco. Toda una parafernalia que puede resultar excesiva pero que arropa y sirve para el mantenimiento de unas cotizaciones infladas, es decir, sirve a los intereses del “mercado”. El arte sirve de nuevo como excusa política, electoral y económica, en lo que sólo parece que hay una infracción administrativa cuya calificación y sanción corresponderá establecer en los tribunales donde deberá aclararse su titularidad real.

Al mismo tiempo otra obra singular por su peripecia, un supuesto autorretrato de Rembrandt en su juventud, un óleo sobre cobre con el monograma “HL” que se sacó a subasta en la localidad británica de Gloucersterhire por la firma “Mooore Allen&Innocent” en octubre del año 2007 por la módica cantidad de 1.100.- euros y acabó rematándose en tres millones de euros, ha estado sujeto a los vaivenes de opiniones de diversos expertos desde su venta. En esta ocasión, la pintura que había permanecido inédita en el domicilio de un ciudadano cualquiera, se conocía como “El joven Rembrandt como Demócrito, el filósofo sonriente”, título a cual más rebuscado y, desde luego, desconocido en las catalogaciones de este autor. Un “pelotazo” de entrada que, en el caso de confirmarse la autoría del maestro, podía suponer para el nuevo dueño multiplicar su inversión con algún cero añadido. Algo que estaba claro para el historiador de arte Jan Six que identificó el retrato como una obra perdida de Rembrandt a partir de la obra “Iconographía Bátava” del año 1897 del también historiador de arte Ernst Wilhem Moes.

La cuestión es que una obra con el título “Rembrandt sonriendo” (al parecer comprada por el Museo Getty de Los Angeles en mayo de 2013), fue cautelarmente retenida por el gobierno británico, que aplazó su licencia de exportación para impedir su salida del pais. Esta obra fue confirmada por la comisión del Proyecto de Investigación Rembrandt a cuyo frente está el prestigioso Ernst van de Wetering, señalando que “la pincelada, el contorno, los materiales, apuntan a la mano del maestro” . Toda una declaración que ponía su cotización por encima de los dieciséis millones de libras (unos 20 millones de euros).

En estos días de agosto la noticia era: “El rembrandt robado en casa de los Phillips hace un año, fue pintado por sus alumnos” y se ilustraba con la misma imagen sonriente en algún medio de comunicación, a pesar de que el supuesto “autorretrato” de la colección Phillips es una tabla de 20 x 17 cms. diferente aunque presente los mismos rasgos fisionómicos de Rembrandt y aparece publicado como una obra dudosa. ¿Porqué se habla del “rembrandt” pues? ¿Porqué la confusión a partir de una imagen? El retrato que ahora dicen representa al hijo de Rembrandt, que se encontraba en la villa de la familia en Eindhoven, es bajado de categoría tras su robo, siendo atribuido al taller del maestro, con lo que los ceros de su valoración, como es lógico, vuelven al inicio del juego al valorarse el robo conjunto con un reloj antiguo “valioso” en sólo dos millones de euros.

Se da además la circunstancia curiosa que, la obra vendida en 2007 era, al parecer, un cobre (material escaso en la producción del autor), mientras que la obra robada a los Phillips dicen ser un lienzo. Es más, en su momento se dijo que el “Rembrandt riendo” tenía otra pintura subyacente con una escena histórica (¿procedente de su aprendizaje con Pieter Lastman?). Sus referencias más próximas serían los “autorretratos” perteneciente a una colección privada de París o el de la Colección Clowes de Indianápolis realizados sobre tabla, con diferentes dimensiones y fechados en 1630 y 1628 respectivamente que se encuentran entre las muchas obras de atribución discutible del maestro holandés.

Pero, además, están los retratos del “Militar riendo” del Mauritshuis de La Haya en el que se ha querido ver a su hermano Adriaen o el “Autorretrato” de 1629 perteneciente a la Alte Pinakothek de Münich, así como los abundantes estudios o bocetos de expresiones faciales en dibujos y grabados cuya autoría real es dudosa, si bien corresponden en gran parte de los casos a las facciones del propio Rembrandt o los retratos de su hijo Titus de gran parecido con el padre, tras los cuales puede estar la mano de cualquier otro pintor del taller como Govert Flinck (ver “Busto de Rembrandt” de la Gemäldegalerie de Berlin) o Van Hoogstraten autor de varios “autorretratos”. No hay que olvidar que los talleres artísticos funcionaban como auténticas “fábricas” de producción casi en serie y que sólo la “originalidad” del maestro creaba la “marca” como cualquier otro producto comercial para desesperación del “mercado”. Si, como se ha publicado, el maestro tardaba alrededor de un par de años en obras como “La ronda de noche” y similares ¿cómo sería posible una producción tan extensa como la que conocemos con la “marca” Rembrandt en los aproximadamente 40 años de su actividad? Porque su taller funcionaba a pleno rendimiento con una especie de trabajo en cadena en unos casos y, en otros, como aportaciones de más de una treintena de sus trabajadores (discípulos, ayudantes, etc.). Es conocido el dato de que la obra se cobraba en función de la mayor o menor aportación personal del propio Rembrandt.

Uno de sus alumnos más sobresalientes que se confunde con el maestro, Govert Flinck, algo más joven que él y sin nada que envidiar al mismo, ha logrado su máxima y excepcional cotización de 2.388.865.-euros por su retrato “And old man at a casement”; un óleo sobre tabla de 70,5 x 60 cms. fechado y firmado y vendido en Christie,s de Londres en fecha 6 de diciembre de 2011, cuando otras obras de gran calidad como el magnífico retrato femenino (se supone de Saskia esposa del maestro), un óleo s/tabla de 118 x 83 cms. sólo alcanzó la cifra de 275.000.-euros en Balclis de Barcelona apenas unos días después (21/12/2011) o, más recientemente la obra “Haldfigur eines alten…”, otro retrato de anciano realizado con absoluta maestría en óleo sobre lienzo de 61 x 50,5 cms. vendido por 249.780.-euros en Dobiaschofsky de Berna más recientemente (11/5/2012). Todas ellas muy diferentes y mucho más razonables que las cifras estimadas para el supuesto “Rembrandt sonriendo” del que hablamos. ¿Tiene sentido entonces hablar de la “burbuja” en el arte? Entendemos que sí y sólo se mantendrá gracias a los apoyos artificiales que recibe del sistema pero, más tarde o más temprano, explotará sin duda.

Un caso similar es el “Autorretrato con capa y gorra de plumas” (1635) con unas dimensiones de 92 x 72 cms. que, tras figurar “en paradero desconocido” en los catálogos de Rembrandt (Rizzoli nº 164) fue donado en 2010 al National Trust (Patrimonio Nacional Británico) por los herederos de la familia De Wych Cross tras haber sido atribuido -al parecer- a “uno de los alumnos del artista” por el ya citado Proyecto de Investigación Rembrandt (RPP) en el año 1968. El precio estimado para la obra tras la confirmación “rembrandtiana” es de 20 millones de libras (unos 23,3 millones de euros de 2013). Ahora bien, en la catalogación citada hay una anotación sobre una “copia” fechada en 1638 (tres años más tarde) en Vaduz (Liechtenstein) que vuelve a sembrar la perplejidad en el mercado. ¿Se ha donado el original o la copia? ¿Cuales son las consecuencias de una u otra cosa? ¿Nuevamente hay que dejar en el aire la “reatribución” que hace el RPP al propio maestro, cambiando los ceros de su estimación de mercado? Se sabe que el propio Rembrandt multiplicaba sus versiones en el taller utilizando atuendos similares, en las que, la ausencia de título o de identificación, producía (y produce) una dificultad añadida a la hora de su expertización y estimación económica. Es el caso del “Autorretrato con traje oriental y perro” del Museo del Petit Palais de París; una tabla de 1631 de autoría dudosa, según el catálogo Rizzoli, que luego sería copiada por su discípulo Isaak Jourdeville sin el perro del primer término y que también se encuentra en paradero desconocido. En todo caso la cotización general de este discípulo está en unos 15.000.-euros muy distinta a la del “maestro”.

De cualquier forma nuestras reflexiones sobre estos casos nos llevan otra vez a hablar de la “burbuja” creada por unos mercados elitistas, con la excusa del arte (o bajo su advocación), donde se mueven millones de euros arropados no sólo por el mercado, sino también por todos aquéllos cómplices indirectos de la burbuja que contribuyen a mantenerla inflada para el pasmo de quienes se supone ignorantes y no entienden la diferencia entre un dibujo preparatorio, un boceto o una simple ocurrencia con la verdadera obra de arte. Un “original” con independencia de su calidad, debe ser “singular”. Esto es, que no exista más que esa pieza. Pero en cuanto son los propios artistas por unas u otras circunstancias los que vulneran este principio, no puede después exigirse la persecución de quienes son también capaces de hacerlo. Tanto la “Cabeza de mujer joven” de Picasso, como el supuesto autorretrato a que nos referimos surgido del taller de Rembrandt, parecen ser simples estudios o bocetos de entrenamiento artístico que, como es lógico, no pueden ser calificados como obras “singulares” de estos artistas.

No sigamos confundiendo el valor artístico de una obra, con el precio, producto de la especulación del mercado por muy “ignorantes” que se nos considere.

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