
La voz incansable de Kailash Satyarthi, Premio Nobel de la Paz 2014 por su trabajo como defensor de los derechos de la infancia, ha vuelto a resonar en India esta semana, alarmado por el fuerte aumento de las desapariciones de menores en India. Según sus propios informes, recogidos por The Indian Express, cada año desaparecen de sus hogares entre 80.000 y 100.000 menores. Una cifra escalofriante incluso para un país tan poblado como India, y donde las penalidades de los que pertenecen a las clases más desfavorecidas comienzan prácticamente desde el momento mismo de nacer.
La llegada al Gobierno de un radical como Narendra Modi no ha cambiado sustancialmente una tendencia que apunta a un recrudecimiento del fenómeno, y ante el que la policía no logra calmar las inquietudes de miles de familias. Buena parte de las desapariciones son voluntarias, a raíz de la rabieta que el niño experimenta tras un incidente con sus padres o hermanos. Pero, muchos de los que así abandonan el hogar para deambular o buscar la ayuda de pandillas de las que apenas han oído hablar, terminan en las garras de alguna de las 815 bandas organizadas que Kailash Satyarthi ha documentado como dedicadas al secuestro, venta y explotación de los menores.
La demanda de niñas púberes está creciendo como la espuma, buena prueba de que no para de aumentar el número de clientes que reclaman sus servicios
El Premio Nobel de la Paz cree que estas mafias están muy bien organizadas, con estructuras de poder y división de funciones que les permiten articular tres de las actividades de la potente economía sumergida de India: la prostitución, la mendicidad y el trabajo forzado de los niños en régimen de absoluta esclavitud.
La demanda de niñas púberes está creciendo como la espuma, buena prueba de que no para de aumentar el número de clientes que reclaman sus servicios. En este caso se trata de nacionales de India, a diferencia de otras zonas tradicionales de prostitución infantil, especialmente el sudeste asiático, donde la clientela fundamental está compuesta por turistas europeos y americanos.
Aunque las grandes multinacionales vigilan más que sus productos no sean fabricados por niños esclavos, el trabajo infantil forzado no cesa en las canteras y talleres
En cuanto a la mendicidad, práctica habitual en todos los rincones del país, los niños constituyen el mejor reclamo. Las bandas que los controlan no dudan tampoco en lisiarlos, de manera que su visible desgracia física conmueva más a las gentes que, con su limosna, estén dispuestos a socorrerles.
El trabajo esclavo infantil, del que se han beneficiado en el pasado muchas de las multinacionales de renombre universal, del textil, los artículos deportivos, artesanía folklórica y material decorativo para la construcción, está más vigilado a raíz de las grandes campañas suscitadas al desvelarse la trastienda de la fabricación de balones o zapatillas de running. Pero, no por ello la actividad ha cesado. Muchos de los niños son reclutados en las aldeas más pobres para llevarlos a canteras y talleres por un sicario que habitualmente se hace pasar por familiar del menor, y así no levantar sospechas durante su viaje a bordo de los atestadísimos trenes indios.
‘Operación Muskan’
Este drama viene a sumarse al que el país arrastra por los numerosos casos de violaciones individuales o colectivas de mujeres, que en algunos casos han terminado con la muerte atroz de las víctimas. El movimiento contra la impunidad por estos ataques se extiende, y ahora se une al que reclama acciones más decididas contra los gangssecuestradores de niños.
El detonante ha sido la desaparición en Mumbai (antigua Bombay) de Pooja Gaud, que contaba apenas 7 años de edad cuando fue vista por última vez el 22 de enero de 2013. Desde entonces, la urbe está jalonada con carteles que muestran el rostro angelical de la niña, mientras los inspectores de policía encargados de su caso se confiesan impotentes para resolverlo.
La larga lista de violadores de niñas a las que terminan matando se ha visto engrosada con un limpiador de autobuses, que admitió la muerte de treinta menores
Ni la Operación Muskan (Operación Sonrisa), desarrollada durante todo el mes de julio, ni la instauración de un sitio especial en internet, Khoya Paya (Perdido-Encontrado), ni la habilitación de un número especial de teléfono, el «1098», han surtido efecto, no ya para encontrar a Pooja sino a los casi 5.000 niños desaparecidos en la sola ciudad de Mumbai, o a los 18.000 del estado de Maharastra, que ostenta el triste liderazgo de niños desaparecidos en el país.
Aunque muchas familias intentan mantener la esperanza de que volverán a ver a sus hijos, a veces se encuentran con hallazgos que les devuelven de golpe a una realidad más descarnada. Así, en Nithari, un suburbio de Delhi, la policía descubrió una verdadera casa de los horrores al encontrarse con los restos enterrados de 19 criaturas. Una operación no obstante que se emprendió después de que la policía hiciera oidos sordos durante bastante tiempo a las múltiples denuncias de padres que sospechaban lo que allí estaba ocurriendo.
Ahora, los diarios indios han bautizado como «Nithari 2» el caso del limpiador de autobuses Ravindar Kumar. A mediados de este mes de julio este individuo confesó haber sometido a una niña de 6 años a tales violencias sexuales que terminaron provocando la muerte de la cría. El violador, que tiene 23 años, ha confesado que anteriormente habia acabado igualmente con la vida de otros 30 niños.
Decididamente, en India no todo es Bollywood.
Ilustración basada en la foto de Getty del artículo original de ZoomNews
Artículo en fuente original: ZoomNews.es
Estimado Pedro: Tu artículo es estremecedor y nos hace preguntarnos por la importancia real de lo que nos ocupa o preocupa habitualmente. He viajado a India en dos o tres ocasiones y, sobre todo, la impresión más grande que recibí estaba relacionada con los niños abandonados, perdidos y sometidos a toda clase de peligros. ¿Qué mundo estamos construyendo o nos están construyendo? Un saludo.