Con la Iglesia hemos topado

Por
— P U B L I C I D A D —

El viejo y sabio refranero español dice: “Zapatero a tus zapatos…”. Pues bien, podemos pensar que el actual papa de la Iglesia Romana, en lugar de seguir este refrán, se ha metido en un jardín enredándose en todas sus varias especies de plantas, hasta el punto de haber salido de él dejándose la indumentaria hecha jirones. Su referencia en la encíclica “Laudatio Deum” al tan manoseado “cambio climático”, ha hecho saltar todos los resortes de la Ciencia, de la racionalidad, de la objetividad y del sentido común, dejando a la supuesta infalibilidad papal a la altura de sus blancas zapatillas.

Y es que “no se puede estar en misa y repicando” , otro refrán que, por el contrario al catastrofismo papal, acierta plenamente. No se puede ser al mismo tiempo pastor de almas y activista al servicio de ese globalismo que utiliza a las instituciones (sin excepción por lo que vemos) como esclavos a su servicio. No se puede estar defendiendo a los pobres y al foro de Davos (por poner un ejemplo) a la vez, salvo claro está que todos sea parte de ese teatro a que la gente se va acostumbrando. No se puede estar al lado de los miserables, hambrientos y sufridores del mundo, desde un magno complejo arquitectónico lleno de ricos mármoles, alfombras y obras de arte valiosas. No se puede estar con los que padecen persecución por la justicia, colocándose del lado de quien aplica “su” propia justicia. No se puede ser rico y estar atento a las inversiones beneficiosas para las finanzas vaticanas, mientras las colas del hambre se van multiplicando por todo el mundo.

El resultado de todo ello son las iglesias casi vacías porque allí ya no hay mensaje de rebeldía contra el poder, sino sumisión a los poderes del dinero. Ya no hay apoyo a los que sufren, sino a los que hacen sufrir. Ya no hay revolución cristiana sino servicio a los que mandan en el mundo. ¡Que decepción! ¿Qué dirían esos viejos guerrilleros rebeldes que en diferentes países se alzaron contra la injusticia y la corrupción? Pues nada, ya que ahora son ellos los injustos y corruptos y por tanto hay que aceptar sus tropelías.

Parece que las visitas a la Ciudad del Vaticano ya no llevan corrientes de fieles ansiosos de oír la palabra de Dios por parte de su representante máximo en la Tierra: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; Ya no serás pescador de peces sino de almas…”. No atenderás a lo efímero y material, sino a las necesidades de las almas que creen en mí, de mi iglesia (que son los seres humanos) no de las iglesias falsas ideológicas, de las religiones particulares codiciosas de bienes ajenos, de los dogmas falsos y mentirosos que se propagan por los medios de comunicación.

La mentira es un pecado. Muy grave en el caso de destruir los cimientos y creencias cristianas, los valores y principios morales que la convivencia social mantiene como aglutinante de la Humanidad y que son transmitidos genética y espontáneamente de generación en generación. Más aún cuando se es consciente de mentir, imponer, coaccionar y agredir las inteligencias que, como símbolo divino, mantiene a la especie humana y la hace diferente.

La coherencia moral está reñida con el vasallaje a las oligarquías poderosas, aunque éstas aparezcan teñidas de intenciones sociales falsas. Jesucristo los llamaba “sepulcros blanqueados” pero era un auténtico revolucionario ajeno a la cobardía y a la sumisión pero, sobre todo, a la mentira.

Por si la referencia cristiana no vale, hay un pequeño ensayo de un tal Lev Nikoláievich Tolstói que lleva el título “Contra aquellos que nos gobiernan”. En su texto denuncia “los teólogos se han visto arrastrados a conclusiones monstruosas que representan a los esclavos y los amos como seres creados para vivir en condiciones diferentes, cuya desigualdad cesará tan solo en el otro mundo…pero. los que eso dicen, pertenecen a la clase rica y, tanto les importan sus privilegios, que no pueden concebir la existencia de una sociedad que restringiera sus placeres cotidianos y su vida repleta de comodidades y caprichos” (las oligarquías de todo signo). En eso parecen coincidir quienes pretenden eliminar población humana para dejarles sitio, recursos, bienes y placeres a ellos solos y es que “los trabajadores viviendo en contacto con los ricos, adquieren el mismo gusto por el despilfarro y el lujo”. Y eso no puede ser.

La Iglesia Católica no se ha distinguido precisamente por el estar al servicio de los necesitados, sino que su política pragmática y darwiniana de adaptación al medio, nos ha mostrado a lo largo de la Historia (y nos sigue demostrando) casos donde el pecado de soberbia, de codicia, de lujuria y de poder, han acompañado a diferentes jerarquías. Guerras internas por la influencia (el poder) entre distintas facciones se han acompañado de odios, asesinatos y muerte donde la “fumata” blanca o negra ya es indiferente, porque el Espíritu Santo está a otras cosas.

Ahora ha demostrado estar al servicio de intereses espurios, que tratan de mantener privilegios para los de siempre y sacrificios para los demás. O es eso o nos encontramos ante la mayor cantidad de afirmaciones falsas de los últimos tiempos, refrendadas por la infalibilidad que se supone en el papa actual. Cristo ya echó del templo a los mercaderes: “mi casa es casa de oración, más vosotros habéis hechos de ella cueva de ladrones” (Mateo 21.13).

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