El bueno, el feo y el malo…

El bueno, el feo y el malo...
Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

El título corresponde a la película italiana del año 1966, dirigida por Sergio Leone, con la inolvidable música de Ennio Morricone, protagonizada por Clint Eastwood, Lee Van Clef y Elli Wallach. Son unos personajes muy diferentes en busca de una recompensa en que precisan colaborar en apariencia para lograr sus fines. A este título quizás le falte el secundario: el bobo.

En la vida real estamos en manos de líderes parecidos que, cada cual, puede asimilar a los de ficción: Trump, presidente de los EE.UU, Putin, presidente de Rusia y Xi Jinping, presidente de China, cada cual con sus propios intereses geopolíticos y geoestratégicos y cada cual asumiendo el personaje que le toca representar en un mundo de conflictos creado artificialmente desde la hegemonía de EE.UU. a lo largo de los años, en una mesiánica misión divina de imponer una supuesta democracia en el mundo. Mientras los demás personajes se cuidaban de estar en alerta y a la defensiva (Rusia), o de extender sus redes comerciales y económicas (China).

La vida sonreía a todo un sistema que ha sido durante muchos años caldo de corrupción y que, a base de inflar la deuda de los ciudadanos para costear una forma clientelar de mantenimiento del poder global (a base de secuestrar la soberanía de las naciones), revestido formalmente de tintes democráticos, va a derivar finalmente en autocracias oligárquicas o totalitarias.

Pero el paradigma político ha dado un vuelco importante y las últimas elecciones USA colocaron al frente de la presidencia a alguien dispuesto a la terminación de conflictos que tantas vidas y sufrimiento cuestan, sobre todo en una de las zonas territoriales de Europa donde el mundo USA había iniciado su colonización y afección: Ucrania, un gran país independizado de la antigua URSS soviética, era una tentación geoestratégica para la OTAN /USA y en el golpe de estado propiciado contra el legítimo presidente Yanukovich (pro ruso) en 2014, se consiguió contra los acuerdos de paz de Minks, el cambio de presidencia y la reanudación del conflicto en las regiones del este, donde existía una población pro rusa, donde se contaban más de 14.000 muertos (también mujeres y niños) y más de 1,5 millones de desplazados (hay que recordar que Ucrania/Kiev se considera el origen del pueblo ruso desde el siglo XII). Por otra parte Trump se enfrenta a las posiciones belicistas absurdas de la situación, porque pretende abordar primordialmente la situación interna de su país.

Unas posiciones belicistas a favor de la guerra y el armamento, que se adoptan por la Comisión Europea sin consenso de los europeos a los que se pretende imponer nuevos gastos y endeudamiento, a pesar de la endeble situación de su situación (porque así lo decidió hace tiempo) y que ha vivido a expensas del amigo americano desde el resultado de las GG.MM., siendo una colonia a su servicio. Este personaje secundario carece de personalidad propia y, por lo tanto, no tiene fuerza política, ni económica, ni militar, para imponerse. Lo único que presenta son despropósitos científicos e ideológicos ajenos a los intereses de la gente y, por eso, ha perdido hasta la reputación moral. Nadie se cree eso de “escudo de la democracia”.

En cambio, otro personaje importante en el guion es el presidente Putin. Buen conocedor del tablero de juego y de las posibles jugadas de su oponente, tiene el mayor territorio, los mayores recursos y, desde luego, ninguna idea expansionista o imperial. No la necesita cuando además cuenta con un aliado de mayor poder desde hace tiempo. Lo que no está dispuesto es a mirar para otro lado ante potenciales amenazas a su nación. Por eso, cuando Ucrania a pesar de acuerdos incumplidos, se perfila como tal, reaccionó igualmente. La guerra buscada y declarada por Biden desde EE.UU. provocó la invasión y sus consecuencias.

China ha ido acumulando poder político y económico desde la posición absurda de renuncia de Occidente a las economías de base, a la industria y al comercio. Cada hueco dejado en el trabajo real de producción de bienes por los occidentales ha sido aprovechado en el mundo oriental para su crecimiento imparable, con esa sabiduría tan antigua fundamentada en la paciencia para obtener resultados. Hoy China presenta unos resultados de riqueza técnica e intelectual, que le permite ser pionera en la práctica totalidad de las materias de desarrollo científico y tecnológico. Pero, sobre todo, se ha expandido y se ha implantado por gran parte de los continentes sin dejar de sonreír, observar y tomar debida nota de cómo se desarrolla la función.

La UE por su parte está haciendo de personaje de marioneta con el que han jugado siempre los EE.UU. y más tarde personajes estrafalarios con mucho poder económico para comprar y corromper voluntades en sus instituciones. En un primer lugar han sido cómplices de los intereses USA en Europa y en el mundo. En segundo lugar, han destruido los propios intereses europeos, quedando al servicio de ideas y teorías pretendidamente científicas, pero que se han mostrado en toda su falsedad (acabo de conocer un caso en que se obliga a diferentes establecimientos al cambio de los sistemas contra mosquitos, para evitarles sufrimientos al morir). No es broma. Es sólo negocio como el de los “tapones” de las botellas. Mientras China, los Brics y el resto de países sensatos, siguen en cabeza de desarrollo y riqueza, en Europa nos aferramos a vivir de prestado en las cárceles de la deuda.

El juego diplomático iniciado por Trump ha llegado a una segunda parte en el desmantelamiento de los “negocios” corruptos, subvenciones amañadas y hedor de la propia Administración Pública, que nos recuerda mucho el sistema o los sistemas en que se mueven algunos países europeos. En China parece ser que, quien “mete la mano” la pierde y en Rusia los oligarcas han ido perdiendo peso y sólo lo mantienen en otros lugares. También esos personajes oscuros que dirigen el globalismo (que no la globalización), han tenido que buscar otros “garitos” de donde sacar rendimientos.

Cada cual, según su amplitud de visión, preferencias o fanatismos personales o migajas más o menos abundantes que reciben del poder, podrá identificar a los personajes de ficción señalados: el bueno, el feo, el malo y el bobo, en su realidad de cada día y sacar las consecuencias.

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