España será verde o no será

España será verde o no será
Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

Con esta rotundidad que revela el espíritu de servicio a los ciudadanos, se expresaba hace unos días la flamante ministra del “ramo” denominado Transición Ecológica, que ha sustituido en cargo y jerarquía de vicepresidencia del gobierno a la anterior, cuyo papel en la Comisión Europea conocemos sólo por alguna comparecencia en el Parlamento Europeo.

Quizás esa seguridad la proporcione el cargo, ya que otra vicepresidenta cuestionaba pública y recientemente la presunción de inocencia garantizada en la Constitución (artº 24.2) sin ninguna consecuencia. Olvidan que sólo tienen “inviolabilidad parlamentaria los representantes políticos de los ciudadanos en las Cortes Generales” (artº 71.1), que sólo ellos “representan al pueblo español “(artº 66.1), que “no están ligados por mandato imperativo” (artº 67.2) y que el gobierno es sólo uno más de los poderes “que emanan de la soberanía nacional “(artº 1.2.) que pueden ser revocados cuando fuera necesario.

Dicho esto, tampoco está claro que el gobierno pueda dictar e imponer leyes (salvo delegación expresa de las Cortes Generales) que el artº 82.1 deja como un simple encargo puntual sobre “determinadas materias”. El uso (o abuso) del Decreto-ley por parte del gobierno “en casos de extraordinaria y urgente necesidad, que no pueden afectar a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos” (artº 86.1), siempre quedan sometidos a la autorización de la “totalidad del Congreso” (artº 86.2), lo que explica la inconstitucionalidad declarada por el TC de varios casos durante la pandemia, ampliables a aquellas cuestiones de simple imposición arbitraria sin base de interés que se justifique (el concepto “planeta verde” no es un elemento jurídico contundente, sino una mera opinión de unos cuantos supuestos “expertos”, dotados de una capacidad profética anunciada por la Biblia: “falsos profetas”).

Este sería el caso aplicable a las afirmaciones (sin otra base que la imposición o deseo personales), de cualquier miembro del gobierno que no pueda justificar con evidencias y consensos de la Ciencia real. Todo lo demás sería nulo de pleno Derecho, pues no se puede legislar sobre profecías, pronósticos y predicciones muy discutibles.

Y, surge la pregunta: ¿por qué será “verde” España? El vocablo tiene unas significaciones diferentes según el contexto en que se aplique, pero lo más importante es que será lo que quieran y decidan los españoles soberanos, a quienes convence cada vez menos, ese “neolenguaje” infantiloide con que se los quiere convencer. En las cabezas de un gran número de españoles cada cabello blanco tiene experiencias, conocimientos y formación posiblemente muy superiores a los de quienes parecen haber tomado la política como un “juego de tronos” personal.

Por otra parte, esa aplicación obligada de color ¿afectará sólo a los muchos artefactos de “renovables” que han eliminado el auténtico color verde del mundo rural y del paisaje? Tanto las placas solares, como los “molinos” pueden pintarse de tal color. Incluso en “verdes” diferentes que proclamen su funcionalidad (escasa) energética. Hay que recordar que hay por algún sitio otra “ley de restauración de la Naturaleza” que, al parecer, todavía no ha decidido cuál de las miles o millones de “naturalezas” en la Historia de la Tierra sería la más adecuada para establecer en nuestro futuro distópico. Creo que están en ello. Recordemos que “restaurar” significa recuperar en su totalidad no sólo la esencia funcional, formal, compositiva de algo, sin que sea un simple “pastiche”. Algo difícil de conseguir en la permanente transformación del planeta. Es más, las contradicciones que se sueltan o hacen constantemente, indican que ni ellos se lo crean, lo que les produce un estado mental complicado pues, mientras producen una mayor y más grave contaminación de todo tipo, dicen defender lo genuino de la naturaleza donde, por supuesto, no parece entrar la especie humana.

Sería injusto echarles la culpa por todo ese mundo caótico que ellos mismos no entienden, pues son simples “mandados” que se encargan de hacer recados de otros. Otros que, a su vez, son simples marionetas al servicio de intereses poco claros pero que están a lo que están: mantener tinglados que sirvan para hacer negocios. Incluso si éstos tienen connotaciones geopolíticas o geoestratégicas. Por eso resulta difícil conciliar el obligado rearme en Defensa, con la existencia bucólica de una Naturaleza impecable. Los millones de armas (a las que hay que dar una justificación) exigen conflictos. Armas que van a producir algo más grave que colorcitos “verdes”, tiñendo de negro y de sangre el “verde” de los campos o el gris de las ciudades. Es más, carbonizando la atmósfera hasta hacerla irrespirable con gases de todo tipo, ninguno de color verde.

Destruir todo para construir nada. Arrasar todo para llevarnos a un planeta inexistente, donde los pueblos (antes soberanos) hayan cambiado los poderes absolutos de hace muchos años por los poderes absolutos de ahora, sobre una Tierra llena de cachivaches inútiles por los que ha pasado ese vendaval bélico, fabricados a partir de materiales “raros”, radiactivos, contaminantes en escalas impensables, mortales en sus resultados de extracción en origen y mortales en el pobre resultado conseguido.

Quizás sea a eso a lo que se haya referido la ministra de “transición ecológica”.

Un viaje a ninguna parte para justificar impuestos, coacciones, falta de libertad y de lo más elemental: de la vida. Una vida que no es monocolor, sino brillante en su diversidad, en sus colores, en sus transformaciones, en sus resultados, en sus (cada vez menos) momentos de felicidad. Para gustos, pintan colores. Lo que pasa es que algunos de esos gustos son tristes y aburridos, como la moda actual.

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