Recuerdo que en una de las clases del curso de Marketing y Comunicación, la profesora nos comentó el estudio que realizó el doctor Robert Rosenthal sobre el bautizado como “Efecto Pigmalión”, o de las profecías auto-cumplidas, que traducido sería algo así como “si se piensa que algo es verdad en sí mismo, con el tiempo será”. Esto se produce cuando las personas actúan y se comportan con la creencia de que lo que piensan pueda llegar a suceder y de esta manera materializar sus sueños.
Los expertos en la materia han descubierto que creamos imágenes de nuestro futuro a través de nuestras esperanzas, de nuestros sueños y de nuestra imaginación. Y, en gran parte, las historias que contamos en nuestro día a día se ven afectadas porque llevamos esas imágenes a cada área de nuestra vida. Así, tanto los éxitos como los fracasos aparecen vinculados a las imágenes e historias que nosotros mismos inventamos y nos creemos.
Algo parecido ha debido sucederle al Sr. Mas con sus expectativas sobre la independencia de Cataluña. Ha intentado aplicar dicho efecto, por activa y por pasiva, tratando de influir en la sociedad catalana con todas las herramientas a su alcance para materializar esos sueños de una nación, su nación, al margen del resto de España y de Europa.
A la vista de los resultados electorales, la lectura que podemos extraer de esta aventura personal es que, a pesar de la victoria minoritaria en las urnas, Artur Mas no ha conseguido enamorar a una mayoría de catalanes, que siguen queriendo ser españoles y europeos.
En este caso, no ha bastado con desearlo; y no porque no se hayan aplicado los esfuerzos necesarios para conseguir el líder mesiánico al que la historia podría encumbrar a un puesto sobresaliente. Algo ha fallado y no ha aparecido el efecto Pigmalión. La investigación de Rosenthal lo mostraba como un hecho importante y contundente. Pero, repito, algo ha fallado y las expectativas no se han hecho realidad.
El resto de ciudadanos españoles, que han seguido lo que Carlos Herrera ha llamado “Pasión de Catalanes”, no ha entendido el grado de crispación alcanzada, la falta de respeto de los independentistas a los no piensan como ellos, y la fractura social entre vecinos y conciudadanos que se consideran enemigos, simplemente, porque piensan de manera diferente.
Si me permite otra observación, hubo otra palabra que me llamó la atención en otra de mis clases y que es apropiada para enfrentarla a las ilusiones de Artur Mas: sinergia. Sinergia significa cooperación, trabajar en conjunto para que el rendimiento y la efectividad sean mayores que cuando se actúa por separado.
Hubiera sido preferible que estos años de actividad belicosa por separarse del territorio español, de energía y esfuerzos empleados en esta tarea, se hubieran destinado a colaborar unidos para resolver los problemas del día a día que realmente afectan a todos.
Ni fronteras, ni aduanas. Estamos en la aldea global y el empeño separatista no tiene explicación.
Quizás alguien le contó un día a Artur Mas que podía llegar a ser Jefe de Estado de la Nación Catalana; y puede que mirándose al espejo soñara con ese cargo. Pero la realidad es otra y el sentimiento de frustración puede ser muy duro. Casi tanto como las faltas de respeto y libertad que han padecido muchos ciudadanos catalanes por culpa de una utopía.
Un refrán español dice que a perro flaco todo son pulgas. A la vista de cómo se están desarrollando los acontecimientos, no es difícil calibrar en este caso cuál es el perro y quiénes son las pulgas.
A pesar de ello, sería más que estupendo poder obtener algunas conclusiones positivas tras repasar los hechos que se han venido desarrollando desde hace tiempo en la Cataluña de todos: Dividir no lleva a nada, simplemente al fracaso. Hacer daño a personas cuya única condición es haber nacido en Tarragona o Gerona en vez de en La Rioja no aporta nada. La humildad y la cooperación corregirán la deriva nacionalista.
Afortunadamente para España y para los españoles, el Efecto Pigmalión ha fracasado.