El otoño de Sánchez

Por
— P U B L I C I D A D —

Leo en un reciente sondeo —uno más, ¡qué cruz!— que Pedro Sánchez, de viaje por Nueva York, sigue siendo el favorito para liderar el PSOE entre los propios votantes socialistas. A pesar de su defenestración. Sin embargo, entre los ajenos —y por tales entendemos básicamente los del PP— la preferida es… sí, lo han adivinado: Susana Díaz.

Siempre me llamó la atención esa costumbre española, tan al gusto de nuestro peor periodismo, del llamado de partido, y del paisanaje patrio en general, de hacer análisis desde posición de parte sobre lo que mejor convendría al contrario, o al menos al otro, a quien no cuenta con nuestras simpatías políticas pero al que nos apasiona aconsejar. Ya me hacía gracia en los noventa, por no ir más allá, cuando toda una corriente de opinión muy bien articulada sostenía que lo mejor para el PP era sustituir el liderazgo de un José María Aznar, cuyas obras completas estaban aún casi por escribir, por el de otro José María, Ruiz-Gallardón, al que veían como más… ‘centrista’, ejem. Por supuesto quienes defendían tal especie eran en su gran mayoría votantes socialistas y lectores de El País —el de entonces, no sé si el de hoy.

Hoy, veinte años después, contamos con una nutrida pléyade de opinantes, normalmente afines al PP o incluso a Ciudadanos, que recomiendan desde hace meses al PSOE que lo mejor para su futuro —para el de los socialistas como organización— es una abstención ‘técnica’ a Mariano Rajoy para que pueda ser elegido de una vez y España salga de la situación de ‘stand by’ en la que lleva ya casi un año. Algo, como hasta ahora se ha comprobado a pesar del ‘sangriento’ Comité Federal del 1 de octubre en Ferraz, bastante alejado de lo que piensa la inmensa mayoría de la militancia socialista y que ha provocado en último término la sustitución de Pedro Sánchez por una gestora que preside un íntimo amigo de la andaluza Susana Díaz, Javier Fernández, que allana ya el terreno para materializar tal solución. Fuera del PSOE, el mundo respira aliviado. Dentro del partido, las heridas sufridas en las últimos dos semanas son aún de incierto diagnóstico.

Soy un firme convencido de que los líderes políticos deben ser elegidos por sus respectivas organizaciones y no vetados, ya que no impuestos, por instancias ajenas. Y al referirme a sus propias organizaciones me refiero a los cuadros dirigentes de las mismas porque si no… ¿para qué diablos queremos la democracia representativa, tan denostada desde la irrupción de los ‘chicos de la coleta’? Ya critiqué en su día el empeño, erróneo tácticamente además de absurdo en sí mismo de Albert Rivera por ‘vetar’ a Mariano Rajoy cuando solo contaba con 123 (que en realidad eran 120) escaños. Un empeño por lo demás intermitente, en función de que estuviéramos en semana par o impar.

Sánchez no está políticamente muerto… aún no

No soy ‘Pedrista’ ni ‘Susanista’, básicamente porque no soy socialista. Me interesan únicamente como analista y como español, que no es poco. Defendí a Sánchez tras el 20-D por arrostrar el riesgo de someterse a una investidura tras la negativa de Rajoy a asumir la que hubiera debido ser su responsabilidad y le critiqué tras el 26-J por su empecinamiento injustificado, ya con otra foto parlamentaria diferente —52 escaños de diferencia— en el ‘no es no’. De Díaz, qué les voy a contar. Creo que es beneficiaria de una inmensa sobrevaloración política y dudo mucho que su tradicional diletancia a la hora de dar pasos al frente, si es que realmente quiere sustituir a Sánchez y heredar el PSOE algún día, le faculte para tan ingente tarea. Dicho todo lo cual, creo que se precipitan quienes dan por descartadas las terceras elecciones dando por hecha la abstención y desdeñando la tormenta perfecta que se está organizando en el PSOE y de la que aún, créanme, no hemos visto nada. Una ciclogénesis que estallará además por el PSC, por ser precisos. Y que se precipitan aún más los que dan por muerto a Pedro Sánchez, sin sentirme capaz de asegurar si esto es bueno o es malo. Pero es lo que veo. El no ha ocultado su intención de presentarse de nuevo a unas primarias y algún político-payasete al que nadie ha dado vela en este entierro lo ha corroborado incluso en programas televisivos de la máxima audiencia. Solo cabe recordar aquí a Sánchez que la ambición, cuando va acompañada de notables dosis de audacia pero no está sustentada en unas sólidas bases de liderazgo político y una aún más sólida preparación, también intelectual, suele conducir a la melancolía del paulatino abandono de los que un día fueron ‘tuyos’ y, en último término, al olvido. El otoño no es mala época para hacer propósitos pero conviene aprovechar el tiempo, antes de que el invierno se adueñe de todos nosotros.

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